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Otra historia sobre Woody Allen

El hijo del director de ‘Manhattan’, Moses Farrow, describe a su padre como «ejemplar» y a su madre como «una maltratadora» que inculcó a sus hijos el odio al cineasta.

Representación del director de cine Woody Allen.

Publicado por
León

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Oskar Belategui | madrid

Moses Farrow tiene 40 años, está felizmente casado y trabaja como terapeuta familiar en Massachusetts. Es uno de los catorce hijos, entre biológicos y adoptados, de Mia Farrow. Todavía usa gafas redondas, como en las fotografías de la glamurosa prole en los 80 y 90. Moses jamás ha abierto la boca sobre las desavenencias de sus padres. Hasta ahora. «Soy una persona muy privada y no estoy interesado en absoluto en la atención pública», escribe en una carta publicada en intertet el pasado miércoles. En ella defiende a Woody Allen, al que describe como un padre ejemplar, y retrata a Mia Farrow como una maltratadora que inculcó a sus hijos el odio al cineasta.

«Siento que no puedo permanecer más tiempo en silencio mientras mi padre ha sido condenado por un crimen que no ha cometido», expresa el hermano de Dylan Farrow, cuyo testimonio afirmando que Allen abusó de ella cuando tenía siete años ha condenado al ostracismo al autor de Manhattan. Moses se explaya con detenimiento sobre lo que sucedió el 4 de agosto de 1992 en la casa de campo familiar en Connecticut y concluye que es imposible que Allen abusara de la pequeña. Acusa a su madre de orquestar las acusaciones contra el director tras descubrir su idilio con Soon-Yi, la hija adoptiva de Farrow y el compositor André Previn. Ella le aleccionó a Dylan sobre lo que tenía que decir, despidió a la terapeuta y presionó a la niñera para que renunciara después de que cuestionara las acusaciones. «Para todos nosotros, la vida bajo el techo de mi madre era insoportable si no hacías exactamente lo que ella decía, sin importar cuán cuestionable fuera. Discutirla no era una opción viable», afirma. Entre las acusaciones más graves figuran los repetidos abusos físicos sobre sus hijos, algunos de ellos ciegos o con discapacidades físicas, lanzándoles objetos, tirándolos por las escaleras o encerrándoles en armarios. Su hija Tam, descubre, no murió a los 21 años de un ataque al corazón, sino de una sobredosis de pastillas para dormir. También cuestiona el suicidio de su hermano Tadeo en 2016, así como la muerte de su hermana Lark: «Tras un camino de autodestrucción, luchó contra la adicción y finalmente murió en la pobreza por causas relacionadas con el sida en 2008.