Diario de León
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A LA ÚLTIMA antonio papell
León

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H a explicado Antón Costas, uno de nuestros economistas más preclaros, que hasta hace poco la economía tradicional enseñaba que quien quisiera practicar políticas que fomentasen la igualdad, tenía que resignarse a sacrificar en parte la eficiencia. La desregulación y la liberalización se convirtieron entonces en unos mantras que habían de prevalecer si no quería comprometerse la prosperidad general.

Hoy, sin embargo, la moderna teoría económica desmiente aquella relación apresurada: «Un aumento prudente de la equidad mejora la eficiencia de la economía y hace más sostenible y sano el crecimiento. De acuerdo con esta nueva evidencia, la conclusión para las políticas es que a la hora de buscar remedios a la desigualdad es mejor redistribuir que endeudarse». La igualdad, en este sentido, no tiene por qué ser utópica. Las sociedades desarrolladas y democráticas admiten perfectamente que la riqueza se ha de distribuir con arreglo a las capacidades, a los méritos y al esfuerzo de las personas, de tal modo que la desigualdad, dentro de ciertos límites ha de concebirse como un verdadero motor, como un estímulo. Pero dentro de ciertos límites.

El Banco de España publicó el mes pasado un exhaustivo informe referente al periodo de 2008 a 2014. Ocho economistas evaluaron la desigualdad en los salarios, en las rentas per cápita, en las rentas de los hogares y sobre la riqueza. Y la conclusión es que tras la crisis España encabeza en Europa la diferencia entre la rentas más altas y más bajas.

En consecuencia, parece claro que la principal urgencia es, como dice Costas, luchar contra la desigualdad por tierra, mar y aire, tanto para enderezar la economía cuanto para eludir las devastadoras consecuencias políticas de una excesiva desigualdad, que conduce inexorablemente al populismo. En el bien entendido de que no basta con promover una redistribución fiscal: hay que distribuir mejor la renta creada entre salarios y beneficios y es preciso mejorar el funcionamiento de los mercados competitivos y autorregular mejor el gobierno corporativo. Una vasta labor que ya no admite excusas.

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