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León

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José Fernández Revuelta, Pepe, llegó a la Asociación Leonesa de Caridad hace cuatro años. Tras jubilarse como docente en la Universidad de León, en la Facultad de Veterinaria, acudió un día con su hijo que en aquel momento estaba en el paro y decidió hacer un voluntariado. Pepe acude a diario a la asociación, coge el coche y lo mismo va a la panadería a recoger los encargos que al Banco de Alimentos a por los donativos. Ayer por la tarde le tocó ir a recoger los menús que habían preparado en la Escuela de Hostelería Municipal Cidón y que se donan para el comedor. Además, ofrece cursos de manipulación de alimentos a todas las personas voluntarias que acuden a servir los menús diarios al comedor y a las cocineras. «Es una labor enormemente satisfactoria, me siento feliz haciendo esta tarea humanitaria», afirma. Impactado por los problemas que sufren las personas que acuden al comedor y otros servicios, cree que «es básico que podamos darles al menos de comer». Cuatro años después no sólo no quiere dejar de prestar este voluntariado, sino que su esposa también se ha sumado al centenar de leoneses y leonesas que donan una parte de su tiempo para paliar el sufrimiento ajeno. «A la asociación acuden diariamente personas que si no fuera que existe estarían pasando hambre», recalca. Las facilidades para acceder al comedor son totales cuando se carece de recursos, aunque los protocolos obligan a obtener un carné de usuario. Los patronos destacan que la afluencia de mujeres al comedor, con ser inferior, ha aumentado en los últimos años.

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