Memoria de las escuelas rurales maragatas
Barras de bar en lugar de pizarra, médicos o concejales en vez de maestros. El 95% de las escuelas rurales de Maragatería ya no son lo que eran. Pero perviven sus edificios. Isabel Cantón rescata su memoria en un libro tras patear la comarca..
ana gaitero | león
Medio centenar de escuelas rurales hubo en los pueblos de menos de 10.000 habitantes de la comarca maragata. Sólo dos mantienen el uso y el bullicio en sus aulas. Pero todas están en el libro Escuelas rurales de La Maragatería que acaba de publicar Isabel Cantón Mayo, catedrática de la ULE. «En este libro está la biografía infantil de todos los nacidos en los pueblos maragatos, en unos casos de forma escrita, en otros de forma gráfica y en otros de forma sentimental. Espero que todos se sientan concernidos y apoyen sus escuelas, su conservación y su puesta en valor», afirma la autora.
En Lagunas de Somoza y en 1757 localizó la catedrática de la ULE la escuela rural pública más antigua de la comarca en pueblos de menos de 10.000 habitantes. Hoy no se conserva ni el edificio. Una foto es el último vestigio físico de esta casa común de la infancia. Lo mismo sucede con las de Foncebadón, Manjarín y Argañoso de las que ha recuperado además de las imágenes de los edificios, «algo de sus maestros, de sus enseres, de sus alumnos y de su devenir».
Son las excepciones. Como aclara Isabel Cantón Mayo, la mayoría de los edificios escolares aún perviven, aunque casi todas las escuelas «han variado su uso y van desde un sonoro letrero de ‘taberna’ en Rabanal Viejo, a consultorios médicos (Valdespino), casas concejo o culturales (Brazuelo).
En poco más de siglo y medio, casi se han extinguido. Con el libro Las escuelas rurales de La Maragatería, que sucede al que realizó en La Cepeda, la catedrática de Didáctica rinde homenaje a las generaciones de niños y niñas de la comarca que accedieron a la educación gracias a las escuelas rurales durante un siglo y medio o más tiempo y también a quienes las promovieron. Desde los concejos a los indianos que, como Matías Alonso Criado, en Quintanilla de Somoza, regalaron a sus pueblos las escuelas.
Una costumbre de los emigrantes que hicieron fortuna de donar escuelas a sus pueblos estuvo arraigada en Asturias y en Cantabria, pero fue menos corriente en León por lo que el caso de los indianos maragatos benefactores de escuelas se considera singular. El libro documenta las donaciones que se hicieron a Val de San Lorenzo, Valdespino, Santa Colomba, Murias de Pedredo, Pedredo y Tabladillo, entre otros.
El libro también documenta la variedad y riqueza de las tipologías constructivas, algo que distingue a las escuelas maragatas de las cepedanas estudiadas anteriormente. «La pervivencia de la humildad de algunas escuelas básicas antiguas se comparte con los clásicos edificios de balconada, con la resistencia de las escuelas-fortaleza,la majestuosidad de las de torre y peineta o las estandarizadas escuelas del franquismo», apunta.
A diferencia de La Cepeda, donde el déficit económico no daba lugar a adornos, en Maragatería conviven las más humildes escuelas con las de aspecto señorial. Destaca la escuela-fortaleza de Boisán, las de torre o peineta de Santa Colomba, Valdespino y Quintanilla y las de balconadas.
sagas de maestros
Aunque no hay datos fiables sobre la procedencia de los maestros, en las pesquisas realizadas en el Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares ha podido documentar una saga familiar de maestros que ejercieron en varios pueblos de La Maragatería. Se trata de Eugenio y Emilio Domínguez Vázquez, su hijo y su sobrino que estuvieron destinados en Pedredo, Viforcos y Combarros.
Algunos fueron represaliados durante la posguerra, «como lo fueron en general todos los maestros maragatos, cesados de sus escuelas a ñas que debían pedir el reingreso», explica.
En cuanto al salario, señala que iba en relación a la categoría de la escuela, había hasta cuatro, no con el sexo del maestro. Se dio el caso en Val de San Lorenzo de que quisieron rebajar la categoría de la escuela de niñas con lo cual la maestra cobraba mucho menos que el maestro. «El pueblo se opuso y finalmente no se rebajó la categoría», aclara.
Con este inventario material y emocional de las escuelas rurales maragatas, Cantón pretende llamar la atención sobre «la función patrimonial y su puesta en valor». En muchos casos, «junto con la iglesia», son el único patrimonio de la mayoría de los pueblos».
Además, estos edificios escolares, aunque hayan perdido su uso original, simbolizan el acceso a la educación de poblaciones que «por su origen, localización y dificultades económicas no tenían posibilidad de recibir los bienes educativos», añade.
«La historia de la escuela rural es corta e intensa», señala la catedrática de Didáctica de la Universidad de León. «En el siglo XVIII el analfabetismo era general y el Estado tomó medidas para la preparación de maestros y de escuelas», explica. De esta forma, en 1780 se crea el Colegio Académico del Noble Arte de Primeras Letras para la preparación de los maestros y luego la Hermandad de San Casiano.
Pero el impulso en los pueblos viene con la Constitución de Cádiz, de 1812, y más en concreto con el Plan y Reglamento de Escuelas de Primeras Letras del Reino, de 1825, propiciaron el establecimiento de escuelas en poblaciones con más de 50 habitantes, pero a condición de que las costearan los pueblos.
En León, explica, la junta provincial de instrucción se creó al mismo tiempo que las juntas locales de cada pueblo. Primero los concejos y desde 1887, con la ley Moyano, el Estado, se ocuparon de su mantenimiento.
La provincia leonesa tiene como valor añadido la influencia de la Institución Libre de Enseñanza a través de la Fundación Sierra Pambley. Isabel Cantón Mayo dedicó a este fenómeno su tesis doctoral y doce años de su vida.
La colaboración de los Ayuntamientos y de las gentes de los pueblos ha sido crucial para culminar Escuelas ruralas de La Maragatería. Cantón tiene la vista puesta en el Órbigo, su tierra de origen, y el Bierzo, su primer destino como maestra y como profesora de la Uned en Ponferrada durante 22 años.
Las escuelas rurales públicas «han desempeñado un papel crucial en la educación española», concluye la catedrática. De ahí la importancia de que se recoja y se transmita su legado en estudios como los de Cepada y Maragatería. «Tenemos estudios de los palomares, los molinos, los puentes... pero sobre la escuela, que es la casa común de la infancia, hay muy poco realizado».
La escuela de Quintanilla de Somoza con su majestuosa torre o peineta, hoy consultorio. ISABEL CANTÓN.