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Publicado por
CORNADA DE LOBO GARCÍA TRAPIELLO
León

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Que el gobierno catalán haya autorizado en su «dominio soberano» la venta de leche cruda, sin pasteurizar ni esterilizar, ha desatado los diablos de la controversia ahora que lo nutricional tiende en exceso a la literatura fantástica de paranoias combativas y a promesas redentoras que a bombo y plato o platillo nos venden superalimentos, semillas milagrosas, dietas paleolíticas, veganismos o esos cultivos ecológísimos tan cacareados hoy y que antes, sin darse importancias o pisto, los resolvía una vieja ley: «Cava profundo, echa basura y cágate en los libros de agricultura».

Ha corrido por la red mucha perplejidad e indignación por la leche cruda catalana con su cunseyera agrícola haciéndose foto publicitaria amorrada a un vaso de «blanco néctar de la consorte del toro» (así llama a la leche el poeta en ciernes, tan peligroso en verano si le dan suelta en circuitos provinciales que paga una diputación cualquiera)... sólo le faltó a esa ministra catalana beber su leche con esa fruición que te deja un bigote blanco antes de la relamida... mmm, qué rica.

Es cierto que la leche es un autobús con pasajeros patógenos que hay que desalojar de ese viaje dándoles un hervor, pero aquellos que la beban cruda siguiendo modas sepan que unas agudas «fiebres de Malta» son premio muy probable en esa tómbola. Por eso los escandalizados con la leche cruda catalana creen que es una vuelta a peligrosos primitivismos, como el de negar las vacunas o decidir no lavarse en un mes al estilo de algunas actrices de Hollywood llamadas ahora a ser alternativas, feministas y rompetechos o, al menos, eso dicen ellas.

Sin embargo, hirviendo esa leche no pasa nada. ¿Hubo mayor problema sanitario cuando aquí vendían leche cruda puerta a puerta las lecheras de Carbajal o Villaobispo?, y eso que contaba la leyenda que le echaban agua y meaban después para despistar así al densímetro de los inspectores municipales.

En fin, si los catalanes visan esa leche, es que hay negocio ahí y poco riesgo, así que acabaremos copiando la moda aunque nadie pregunte lo único importante: ya, pero ¿y qué come esa vaca?...

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