Diario de León
Publicado por
GARCÍA TRAPIELLO
León

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Quien siendo de León no fue a Picos alguna vez pasará un pilón de años en el purgatorio dando vueltas sin parar a un comodísimo sofá en busca de una tele que debería estar por allí cerca... y no hay tele... el peor purgatorio que puede tocarle.

Cumplido su primer siglo como parque nacional, Picos de Europa debería hacerse grito en la oreja de alpargata del cazurro cegato (o que «desprecia cuanto ignora» igual que el rudo castellano que pinta Machado). Este centenario debería sobresaltarle, levantarle de su cómoda lejanía. Quizá es que piensa que, si sale gratis ese privilegio natural, no será para tanto (lo peor del ignorante es que nunca cree que lo es; mejor; menos barullo allí).

Siempre se recuerda la primera vez que se va a Picos por cualquiera de sus tres puertas: Covadonga, Potes o Valdeón (este es el orden de la fama). Tenía once años cuando entré mi primera vez por su puerta falsa de Sajambre y Vegabaño con salida natural después por el desfiladero de Los Beyos donde se despepita un Sella juvenil y bronco en el abismo de esa verticalidad de farallones, cárcel luminosa. Me apabulló tanta grandiosidad y conocí ese vértigo que sube metálico a la boca al asomarme al río que ruge en la honda garganta llamando a muerte segura en un mal resbalón, como le sucedió al novio infeliz que estaba haciendo fotos ahí hace tres años (no hay vértigo puro si no susurra la fatalidad).

Pero en realidad conocí Picos antes de ir allí, pues el verano de 1960 se fue a pasar una semana al valle de Valdeón mi tío César- cura, periodista y dibujante- y volvió con charla infinita, con un cartapacio lleno de dibujos, apuntes al natural y con muchas notas para la serie de artículos que publicaría después en este Diario. Y aunque eran a plumilla, esos Picos me asombraron y sus pueblines me enternecieron tentándome a medir todo aquello a pinrel, algo que no pude hacer hasta diez años después, comprobando ya después que que cada vez que fuera a Picos siempre sería la primera o al menos distinta dependiendo de los amores o prisas que te acompañaran. Y lo capital: es un parque nacional... con gente.

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