Pan de vida eterna

L as lecturas bíblicas de este domingo abordan el tema de la Eucaristía con nuevos matices que ayudan a ahondar en su realidad y a orientar nuestra conducta respecto a este sacramento. La gente busca afanosamente a Jesús por el prodigio que ha hecho al multiplicar para ellos pan y pescado (evangelio: Jn 6,24-35). Pero no es esto lo que Él desea; no es así como quiere que le busquemos. El alimento material que da es sólo un símbolo de otro alimento más importante: un alimento que perdura, que contiene vida eterna. Para conseguir este Pan de vida y percibir su fuerza hay que creer en Cristo, acoger su persona y mensaje y vaciarse de cuanto impide vivir debidamente el misterio de la Eucaristía. Hay un pan material, como el maná que los israelitas recibieron en el desierto (1ª lectura: Ex 16,2-4.12-15), pero ese pan es como un adelanto del pan espiritual que es Jesús.

El pan material es necesario para la vida, pero no basta. La experiencia nos dice que el hombre, además de pan, necesita también sentido para vivir. Y ahí es donde entra en juego la fe en Cristo. «No fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo… Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron… Yo soy el pan vivo bajado del cielo, el que come de este pan vivirá para siempre» (Jn 6,32.48.51). Sin Jesús todo se dispersa y pierde sentido; con Él, como eje, todo se unifica: placer y dolor, alegría y tristeza, hambre y saciedad. Como los antiguos hebreos añoraban la carne y el pan que comían en Egipto hasta hartarse, a nosotros nos tientan los materialismos que impiden gustar y comprender el alcance de este alimento sagrado. Veamos la 2ª lectura (Ef 4,17.20-24): «Cristo os ha enseñado a abandonar el anterior modo de vivir, el hombre viejo corrompido… Dejad que el Espíritu renueve vuestra mentalidad, y vestíos de la nueva condición humana». Sólo la persona «espiritual» disfruta de la Eucaristía y percibe mejor su significado.