Son jirafas

Quieto, detente, admira... y pide silla o caerás de culo ante el milagroso portento del negrillón de Boñar resucitado, velo ahí, abatido en 2016 por las inclemencias que hicieron astillas su tronca pocha... ¡y redivivo hoy!, tieso de nuevo en una erección metálica de chapa forroñosa hija de algún delirio copiota, oxidado... y muy caro... se ve que ahí el espanto les da para ese canto.

La naturaleza imita al arte, cierto, pero si el arte imita a la naturaleza le puede salir, como aquí, un pedo en chapa de buque, pedo enervado en ese «manojo de jirafas en garabato» que intenta evocar la corpulencia desmochada de aquel negrillón que permaneció erguido con su amputada arboladura seca unos cuantos años después de fallecer y sin poder ganar su última batalla al no poder cabalgar en yegua babieca, sino en terca carcoma que roe y hongo que pudre, aunque la primera asesina del Negrillón fue esa grafiosis que un biólogo lírico bautizó «melancolía del olmo», mal que nos vino de Francia como los monjes negros, la filoxera, la avispa velutina, los cormoranes... y los peregrinos, que a veces también son plaga... bendita plaga.

Echo de menos al biólogo/ingeniero forestal Carlos Romero, mi maestro y amigo, madrileño enchochao con la flora cazurra que estudió, catalogó o descubrió (lleva su nombre alguna) sin esperar ni las gracias. Romero agotó recursos y paciencia intentando que el negrillón de Boñar aplazara su muerte, lo entubó, le puso goteo de sabia y vitamina, pero el enfermo lo era de muerte, como el otro gran negrillo de por aquí, el de Velilla de la Reina, al que también cuidó y asistió en sus postrimerías sin poder evitar que la Parca se lo llevara en su fúnebre carreta atiborrada de olmos (negrillos), árboles extranjeros traídos de Italia en el siglo XVI a los que hoy les aplicarían la etiqueta de «especie invasora». ¿Y no es especie invasora y letal toda esa fea esculturitis que «okupa» a dedo dictador cada plaza de ciudad pija o pueblo gallito sin concursar otras ideas ni consultar opinión vecinal?... no, aquí sigue erecta la España hortera y derrochadora... que ni aprendió, ni escarmentó.