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Cada día su afán José Román Flecha Andrés
León

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E l sábado 11 de agosto, 70.000 jóvenes italianos se reunieron con el papa Francisco en el terreno del antiguo Circo Máximo de Roma.

La peregrinación «Por mil caminos hacia Roma», se sitúa en las vísperas del Sínodo de los Obispos que se celebrará en el Vaticano del 3 al 28 de octubre, sobre el tema Jóvenes, fe y discernimiento vocacional.

El Papa dirigió a los jóvenes una reflexión sobre la mañana de la resurrección del Señor. Al amanecer, María Magdalena descubrió que la tumba de Jesús estaba vacía y corrió para avisar a los discípulos, que también acudieron corriendo al sepulcro.

«Desde aquel amanecer del primer día después del sábado, la esperanza de vida todavía puede ser reavivada en cada lugar donde la vida está oprimida, en cada espacio en el que domina la violencia, la guerra, la miseria, donde el hombre es humillado y pisoteado».

El Papa exhortó a los jóvenes a arriesgarse y «dar un salto audaz y valiente, para soñar y lograr, como Jesús, el Reino de Dios, y comprometerse con una humanidad más fraterna. Necesitamos la fraternidad: ¡corred el riesgo, seguid adelante!»

Atraídos por el rostro del Señor que adoramos en la Eucaristía y reconocemos en el hermano que sufre, los jóvenes pueden correr más que los que en la Iglesia son un poco lentos y temerosos.

En lugar de los temores que paralizan a muchos, la Iglesia necesita el impulso, las intuiciones y la fe de los jóvenes. El Papa les ha pedido dos cosas. Que corran, sí, pero que «tengan paciencia para esperar a los demás, como Juan esperó a Pedro ante la tumba vacía». Es decir, que aprendan a caminar juntos.

«Con el pueblo de Dios te sientes seguro, en tu pertenencia al pueblo de Dios tienes identidad. Un proverbio africano dice: «Si quieres ir rápido, corre solo. Si quieres llegar lejos, ve con alguien».

Tras recordar los signos de Jesús que recoge el evangelio de Juan, dijo el Papa que esos signos no revelan tanto la perfección divina como la fragilidad humana que se encuentra con la Gracia que levanta. Hay una humanidad herida que se sana gracias al encuentro con Él.

Y en un párrafo estupendo añadió: «Jesucristo, queridos jóvenes, no es un héroe inmune a la muerte, sino que la transforma con el don de su vida… El sepulcro vacío de Cristo se convierte en el último signo en el que brilla la victoria definitiva de la Vida. ¡Entonces no tenemos miedo!... Jesús ha vencido a la muerte dando su vida por nosotros. Y nos envía a anunciar a nuestros hermanos que Él es el Resucitado, Él es el Señor, y nos da su Espíritu para sembrar con Él el Reino de Dios».

El secreto está en sentir la ternura de Jesús, que nos ama. Con este amor es posible superar la ansiedad y el miedo, para emprender la carrera hacia Jesús y los hermanos, con un corazón lleno de amor, de fe y de alegría.