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Cada día su afán José Román Flecha Andrés
León

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E l lunes, 20 de agosto de este año 2018, el papa Francisco dirigió una impresionante carta al pueblo de Dios, evocando «el sufrimiento vivido por muchos menores a causa de abusos sexuales, de poder y de conciencia cometidos por un notable número de clérigos y personas consagradas».

Según el Papa, «el dolor de las víctimas y sus familias es también nuestro dolor, por eso urge reafirmar una vez más nuestro compromiso para garantizar la protección de los menores y de los adultos en situación de vulnerabilidad».

• En primer lugar, nos llama a emprender un camino de conversión, a asumir el dolor de nuestros hermanos vulnerados en su carne y en su espíritu y a poner en marcha una ola de solidaridad hacia quienes necesitan ser rescatados de su dolor.

• Es necesario y urgente superar esa ceguera cómoda y autosuficiente que nos lleva a pensar que todo es lícito: «el engaño, la calumnia, el egoísmo y tantas formas sutiles de autorreferencialidad».

• Reconociendo las medidas que ya se están tomando para dar seguridad y proteger la integridad de niños y de adultos en estado de vulnerabilidad, propugna el Papa una mayor cultura del cuidado en el presente y en el futuro.

• Según el espíritu evangélico, es preciso «aprender a mirar donde el Señor mira, a estar donde el Señor quiere que estemos, a convertir el corazón ante su presencia. Para esto ayudará la oración y la penitencia».

• El Papa nos invita a la oración y el ayuno: «La penitencia y la oración nos ayudarán a sensibilizar nuestros ojos y nuestro corazón ante el sufrimiento ajeno y a vencer el afán de dominio y posesión que muchas veces se vuelve raíz de estos males».

• Además hay que superar un viejo clericalismo. Recuperar «la conciencia de sentirnos parte de un pueblo y de una historia común hará posible que reconozcamos nuestros pecados y errores del pasado con una apertura penitencial capaz de dejarse renovar desde dentro».

• Nos exhorta Francisco a pedir y cultivar «el don de la compasión, de la justicia, de la prevención y la reparación». La visión de María al pie de la cruz nos enseñará a detenernos ante el sufrimiento del inocente, sin evasiones ni pusilanimidad.

• Finalmente, hemos de pedir al Espíritu Santo «la gracia de la conversión y la unción interior para poder expresar, ante estos crímenes de abuso, nuestra compunción y nuestra decisión de luchar con valentía».

Los dramáticos sucesos que han tenido lugar posteriormente nos han llevado a recordar un paso de los Hechos de los Apóstoles, según el cual, mientras Pedro estaba en graves dificultades, «la Iglesia oraba insistentemente por él a Dios» (12,5). Este es el momento de mantenernos unidos en la fe, en la fidelidad a la enseñanza de Jesús y en la adhesión a su Vicario en la tierra.

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