Diario de León

Éxito de la ópera urbana Equinoccio

Dirigida por Víctor M. Díez y con un elenco de medio centenar de artistas, puso el broche a la Expojoven .

Imagen del final actos de la ópera urbana que se estrenó el sábado en la plaza de Santo Martino. GABRIEL SANTOS

Imagen del final actos de la ópera urbana que se estrenó el sábado en la plaza de Santo Martino. GABRIEL SANTOS

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ANA GAITERO | LEÓN
León

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«El fin del mundo va a comenzar, apaguen sus móviles... El fin del mundo va a comenzar, apaguen sus móviles...». Como si la plaza de Santo Martino fuera un cine, la sala oscura del fin del mundo, la ópera urbana Equinoccio (La piel contra el alambre) también tocaba a su final con el auditorio al aire libre en vilo.

La precariedad, el aislamiento, la insostenibilidad del planeta, la capacidad de reconocerse en las otras personas y dialogar, el drama de la inmigración, la violencia implícita o explícita... Todos estos temas son el sustrato del libreto compuesto y dirigido por Víctor M. Díez para esta creación multidisplinar que, en el marco del programa Es.pabila y de su iniciativa Nokearte, puso el broche a la XXVIII edición de la Expojoven. Fue al filo de la hora en que el otoño entraba en el hemisferio norte y con la plaza llena y sus bares animadísimos por el espectáculo nocturno.

Una obra construida de forma colectiva en la que han participado casi medio centenar de personas y se fusionaron artes escénicas, dialogaron la música clásica de las Juventudes Musicales dirigidas por Juan Luis García con el jazz, la música electrónica y el rock de la nueva generación musical de León y las artes visuales hicieron mapping sobre la casa eternamente andamiada de la plaza, mientras los versos volaban o se servían como palomitas en el cine. Colaboraron otros colectivos como Improartes, UAW/MF, MAS y SWJ. Sin olvidar a los fotógrafos que pululaban con su cámara: «Éramos pura vida hasta que apretamos el obturador», repetía una voz en off.

Equinoccio es la crónica musical y poética, dramática y visual «de un tiempo crepuscular» que se presenta como el fin de un mundo, que no del mundo. «La pieza tiene un tono de pesimismo apasionado, crepuscular, que cuestiona el mundo en el que los protagonistas se ven enclavados como jóvenes, como creadores y como seres críticos ante lo que se les ofrece y lo que les es dado», apunta el director.

Una realidad kafkiana la que vive la juventud a la que han respondido con una propuesta en la que no faltó el humor ni las situaciones provocadoras y a la catárquicas, como la escena de los andadores que refleja la realidad del envejecimiento. Y su grito liberador. «Un rotundo no rendirse a la evidencia del ocaso de nuestra civilización, como un proyector que se apaga, como un cine que se apaga para siempre».

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