PRISCILIANO CORDERO DEL CASTILLO SOCIÓLOGO, SACERDOTE Y PROFESOR
«El prejuicio de que León con Castilla iba a perder se cumplió»
ana gaitero | león
Prisciliano Cordero del Castillo (Villamoros de Mansilla. 1942) dice adiós a 45 años de docencia en la Escuela Universitaria de Trabajo Social. Seguirá con las clases a los seminaristas y como sacerdote adjunto en la iglesia de San Francisco de la Vega, la del barrio de la Sal o Ferroviario. Y en Soto, Grulleros y Vega de Infanzones. Tampoco se resistirá a hacer alguna encuesta de vez en cuando, como la que realizó este verano en su pueblo para radiografiar el flujo humano que surca el Camino de Santiago, donde ve un potencial y un modelo a seguir para la decaída provincia de León. Aparte de la docencia, de radiografiar León con sus análisis, que ya pronosticaron la precariedad demográfica actual, y la labor pastoral, viajar ha sido otra de sus pasiones. Ha pisado Rusia, Mozambique, China, India, California, además de Europa y la costa este de USA. El 17 de octubre viajará por su vida en el homenaje que le brindan en la Escuela de Trabajo Social.
—¿Cómo llegó de profesor a Trabajo Social?
—Fue en 1973. Había estudiado Sociología en Roma e hice mi tesis doctoral sobre la comunidad hispana de Lowell, en su mayor parte puertorriqueños. Entonces, me invitaron a dar clases en la universidad católica de la isla. En unas vacaciones en León, la directora de la Escuela de Trabajo Social, Romana Schanella, fue a buscarme al pueblo. La isla era muy pequeña y me daba como claustrofobia, así que acepté venir cuando terminara el semestre que tenía comprometido.
—¿Cómo encontró León?
—Compaginé las clases de Trabajo Social, con Graduado Social y también fui sociólogo en los sindicatos verticales, donde se hacía mucha labor a través de la Escuela Sindical Obrera. Se daban charlas por los pueblos e informes de situación. Luego salió una plaza en Diputación y entré como contratado. Fue la época en que se hizo el sondeo sobre las autonomías en los municipios.
—Entonces conoce bien los entresijos. ¿Cuáles fueron los resultados reales?
—La primera opción era León solo, la segunda con Asturias y la última con Castilla. Fue una decisión política en la que tuvo que ver Martín Villa la que nos puso con la tercera.
—¿León solo o con Zamora y Salamanca?
—León solo primero y después con Zamora y Salamanca. Pero los salmantinos lo rechazaban y Asturias se adelantó con otro sondeo para ir solos.
—¿Qué razones se argumentaban para León solo?
—Se veía que León con Castilla iba a perder protagonismoy quedar a merced de otra administración central —en Valladolid o Burgos—y se creía que León tenía recursos suficientes (estaban boyantes la minería y el campo). El prejuicio se cumplió.
—Siempre ha tenido afición especial por la demografía. ¿Cómo ve la situación actual?
—En los años 70 ya se dijo que León iría quedando reducido a pequeños núcleos de población. Por desgracia aquellos pronósticos se han cumplido y sigue perdiendo población y pueblos. La provincia se ha convertido en una gran residencia de la tercera edad.
—La clase política se preocupa ahora. ¿Hay remedio?
—Echan algunas andanadas. Dicen que hay que hacer algo, pero se ha dejado pudrir el tema. Ahora ya no se trata de retener a la población joven, sino atraer población. Si no hay fuentes de ingresos, empleo y apoyo a las comunidades rurales es difícil.
—¿Qué se puede hacer?
—En aquellos años nos hablaban de que había una periferia en España y León estaba en esa periferia. Nos condenaban a ser un parque para grandes cacerías. Visto ahora, puede ser que León tenga cierto desarrollo explotando sus recursos naturales mientras dure el turismo. El Camino de Santiago, que fue una vía de penetración y cultura, se está mostrando como una forma de supervivencia de los pueblos por los que atraviesa. Todos tienen albergue, bares o casas rurales que les proporcionan ingresos considerables.
—Pueblos que no tienen nada que ver con aquellos que conoció en los años 70.
—Los pueblos estaban entonces muy abandonados. Comarcas como Ancares y Cabrera e incluso pueblos del Páramo y Tierra de Campos carecían de servicios básicos.
—¿Hoy se puede vivir en un pueblo igual que en la ciudad?
—Tienen servicios tan buenos como en la ciudad y la ventaja de la tranquilidad. Pero muchos pueblos se han reducido tanto que son residencias. En el invierno la soledad es muy grande y hay situaciones casi dramáticas si no tienes la atención médica, el transporte o la autonomía.
—¿Cuál es el hito de los servicios sociales?
—Cuando llega el PSOE a la Diputación establece los Ceas por cabeceras de comarcas. Fue una ayuda muy grande para solicitar pensiones y otras prestaciones. También fue una oportunidad muy grande para la profesión de trabajo social. Se colocaron muchos.
—¿Cómo ve la profesión?
—Se encuentra en crisis porque la plantilla es relativamente joven y las plazas son pocas. Se ha mermado el número de alumnos y otros han tenido que buscar trabajo fuera de León.
—¿Cómo se convierte un sacerdote en sociólogo?
—Estudié en los seminarios menor y mayor y tuve un profesor de Sociología llamado Exiquio Martínez que me motivó. Fui a Roma porque en España no había los estudios y cuando regresé tuve que estudiar Filosofía para y hacer otra tesis doctoral —Sacerdotes de León, entre el tradicionalismo y la posmodernidad —, porque no me convalidaban.
—¿Qué supone para el sacerdocio la posmodernidad?
—El sacerdocio vive una crisis de identidad porque lo religioso empezaba ya a ser marginal y de ámbito privado. La sociedad se emancipa del mundo religioso y el sacerdote tiene que salir a ese mercado público a ofrecer la religión como un producto más de consumo. Hay que hacerla sumamente atractiva si se quiere tener adeptos. Precisamente, se está celebrando un XV Sínodo de Obispos del Mundo en Roma dedicado a la juventud y a la vocación. La juventud está apartada de la iglesia, vive ajena a sus valores y la considera burocratizada y encerrada en sí misma.
—Y además se resiste al sacerdocio femenino.
—Uno de los temas que tendrían que tratar en ese sínodo es el sacerdocio de los laicos casados y de las mujeres. Junto con el tema de la pederastia, que es grave, y está haciendo un daño tremendo con muchas deserciones y abandono por parte de la gente.
—En León ha chocado mucho la condena a la reclusión en un monasterio del sacerdote de la Diócesis de Astorga cuyos abusos sexuales han sido probados. ¿De alguna manera la Iglesia sigue mirando para otro lado?
—Es un tema delicado. Yo lo vi en Estados Unidos y tiene muchas lecturas. El informe del gran jurado de Pensilvania jabla de 300 sacerdotes y más de 1.000 niños y niñas abusados. Es muy grave. Pero también se dieron casos de cazafortunas. En un primer momento se silencian los abusos como recomendación ante gente que quisiera buscar dinero fácil. Entiendo que se trataba de sus sacerdotes y pensaron que con trasladarlo de centro era suficiente. ¿Qué madre acusa a su hijo?
—Pero hay un deber...
—La conferencia episcopal de Estados Unidos interviene en 2002 y exige que se denuncien.
—La religión estará de capa caída, pero la iglesia sigue teniendo un gran poder con concordatos como España, etc.
—La iglesia tiene una trayectoria de 2.000 años y una autoridad moral grande. Hay que distinguir entre el organismo público y la comunidad de creyentes. Es evidente que el primero no ha sabido evolucionar al ritmo de la sociedad. El mensaje del papa Francisco es claro en esto: hay que ser un campamento de campaña para atender a las necesidades que surgen.
—Usted fundó la Universidad de la Experiencia en León. ¿Seguirá vinculado?
—La Universidad de la Experiencia la creó la Universidad Pontificia de Salamanca con la Junta de Castilla y León. Adrián Larrosa puso en marcha el programa en León, dependiendo de la Pontificia en 1994. A los dos años me piden que lo organice yo. Y fue en 2002 cuando le planteé a la ULE que asumiera el programa como propio. Tiene un éxito indudable y sigo colaborando como profesor y con la asociación de antiguos alumnos.
—¿Qué otros proyectos ha desarrollado en León?
—Al jubilarme en 2012 de la Universidad de León me ofrecí a Cáritas. Era el Año Internacional de los Mayores y presenté un proyecto de inserción social y envejecimiento activo, Caminando Juntos, que consiste en que estudiantes de institutos visiten a personas mayores en residencias. Empezamos en seis residencias y seis centros y ahora se hace en nueve. También hice la historia de 70 años de Cáritas.
—¿Ahora qué va a hacer?
—Los mayores tenemos que seguir aportando mientras haya salud. Somos la universidad de la vida. Seguiré con las clases en el seminario y en la parroquia.
—¿Cómo se va a despedir de la Escuela de Trabajo Social?
—Hablaré de las historia de vida como método de análisis sociológico. Con un ejemplo de un sociólogo que se va a un pueblo a entrevistar a un hombre mayor. Una historia en la que verán que viajar es un sistema de aprendizaje y tolerancia.