La vasija que permitió estudiar a las niñas nigerianas

ana gaitero | león

Carla Ortiz no inventó el pot-in-pot, pero, al igual que su profesor Gabriel Pinto hizo con el botijo, dedicó su investigación de fin de grado a desentrañar la fórmula por la que estas dos vasijas cuya pared interior se rellena de arena consiguen convertir el sencillo objeto en un refrigerador. El ‘pot-in-pot’ y el botijo son sistemas de refrigeración ecológicos, que no necesitan electricidad.

El experimento duró dos meses. En este tiempo la estudiante, dirigida por los profesores Gabriel Pinto e Ismael Díaz Moreno, comparó el estado de los alimentos dentro y fuera del dispositivo durante dos semanas.

En el exterior, la temperatura superaba los 40 grados que alcanzó el termómetro en Madrid en aquel caluroso julio de 2017, mientras que en el interior del ‘pot-in-pot’ había unos 20 grados.

Tras ocho días, los vegetales que habían sido depositados en el interior del ‘pot-in-pot’ se encontraban en buenas condiciones para su consumo. Por el contrario, las espinacas, zanahorias, tomates y berenjenas fuera del dispositivo se habían echado a perder. «Supuso un tema interesante de relaciones entre Ciencia, Tecnología y Sociedad», comenta el catedrático, debido a las consecuencias positivas que tuvo sobre las niñas nigerianas que no se veían obligadas a recoger a diario la verdura para poder comer.

El ‘pot-in-pot’ y el botijo comparten un sistema de refrigeración ecológico, que no necesita electricidad. Tan solo precisa de agua, arcilla, arena y un clima adecuado.

Gabriel Pinto forma parte del Grupo de Innovacio?n Educativa de Dida?ctica de la Química de su facultad. Como embajador de Scientix recorre habitualmente muchos países europeos con el botijo en la maleta para presentar el experimento. «Es más fácil llevar en la maleta un botijo que un montón de reactivos», que difícilmente pasarían los controles de seguridad de cualquier aeropuerto. Y es que la ciencia está en todas partes.