Tejerina y la educación

Estamos tan acostumbrados a que repitan consignas que cuando se salen del guión y dicen la verdad, el mundo se para. El informe Pisa le da la razón a Isabel García Tejerina cuando defiende que un estudiante de 8 años de Castilla y León sabe lo mismo que uno de 10 de Andalucía. Esta declaración no supone una falta de respeto a los niños andaluces, como la presidenta Díaz ha dicho movida por el agitpro del periodo preelectoral, sino a todos los políticos que han permitido que el estado de las autonomías pervierta la educación. Así que Tejerina, puede que sin ser consciente, ha hecho una enmienda a la totalidad de un sistema que debería haberse revertido si los políticos que han gobernado España en los últimos 40 años hubieran tenido el menor interés por el bien común. Pero no, en España lo que importa es mangonear con los derechos de los ciudadanos para demostrar quién tiene el poder, que su sola voluntad es capaz de destrozar vidas. Pasa con la educación, pero es norma con todo lo demás: con la sanidad, las infraestructuras, el tetrix de las subvenciones, con todo.

Hace 40 años que se demostró que era posible violar la Constitución sin que nada pasara. Y así seguimos, con la retahíla de que todos los españoles son iguales ante la ley. ¿Era el título 14 no? Pues no, no se puede ser igual si las cuentas de tu comunidad no permiten vacunar a los niños de meningitis, y se practica la xenofobia cuando el sistema educativo condena al alumno del sur a aprender menos y peor que su vecino del norte.

Que hay algunos niños más iguales que otros forma parte de la cultura humana, pero ha sido la iniquidad del PP y el PSOE los que han permitido que la política educativa cree guetos infantiles en virtud de la comunidad en la que nacen. La imbecilidad no se reparte por comunidades autonónomas, como el PSOE ha querido poner en boca de Tejerina, pero las políticas educativas y económicas nacidas al calor de los nacionalismos han sido capaces de generar una peligrosa brecha evolutiva.