Diario de León

LEONESAS DE AYER Y HOY NINA INFANTE CASTRILLO

De agricultora en el Páramo a referente del feminismo

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Nina Infante Castrillo (Bercianos del Páramo. 1947) es de esas mujeres que salieron del mundo rural en plena juventud para acceder a las oportunidades que le negaban. Esta paramesa es una referencia del feminismo de la era democrática en España. Es activista del Foro Feminista y fue presidenta del Fórum de Políticas Feministas durante ocho años.

Antes que concejala, lo fue durante dos mandatos en el Ayuntamiento de Valladolid, fue una de las pioneras del movimiento vecinal, primero en un barrio de Lérida y luego en la Zona Sur de la ciudad castellana, así como militante de Comisiones Obreras y del Partido Comunista.

Nina Infante, como tantas mujeres y también hombres de su generación, fue la primera de su casa en estudiar. Después de que ella dio el paso, el camino se allanó. Las primeras lecciones de feminismo las aprendió en casa. «Yo veía cosas injustas, como que tener que ordeñar las vacas cuando llegaba de trabajar del campo mientras que mi hermano no», señala.

No lo tuvo fácil. Nina Infante conserva la mirada curiosa de una niña con ganas de aprender soñaba en su infancia con cumplir 14 años e irse a estudiar con las monjas. «Yo pensaba que cuando llegara la hora de tomar los hábitos, les diría que no estaba preparada...».

Sus planes se vinieron abajo cuando al llegar a esa edad su padre le respondió que «las monjas eran muy listas, que él me había criado hasta esa y me preguntó: «¿Cuántos han trabajado para que tu comas? Tres, le respondí. Y ¿cuántos hay detrás de ti?. Otros tres».

Tuvo que aceptar, aunque prometió que iría a estudiar cuando fuera mayor de edad. Tenía 22 años, aún le faltaba un año para la mayoría de edad de las mujeres en España en aquellos tiempos, cuando en 1969 le surgió la ocasión y fue a estudiar al Instituto Rural El Pino, en Valladolid. «Se pretendía que fuéramos agentes de desarrollo en el campo y estudiábamos el entorno. Teníamos un mes de clase en régimen de internado y otro en la explotación familiar», comenta.

«Allí encontré mi sitio, eran los años finales de la dictadura y me entronqué con la gente de ideas sociales y revolucionarias que estaban en el PCE, aunque no me afilié en aquel entonces», explica. Durante un año vivió en la comunidad de base de Zotes del Páramo, junto con Paco Flecha, dos curas y otra compañera. «Teníamos muchísimas visitas de maestros y curas del medio rural que trabajaban también por el desarrollo y la movilización», precisa.

Después, regresó a Valladolid y durante varios años se ganó al vida repartiendo el boletín de la Coag en León, Zamora y Valladolid. Estudió una ingeniería técnica agrícola en dirección y gestión de empresas agrarias mientras trabajaba en el Instituto El Pino como profesora y coordinadora de finanzas.

A partir de la implicación en el movimiento vecinal decide afiliarse y ocupa su primer cargo como responsable del área de la Mujer del Partido Comunista de Castilla y León. «Lo que yo había visto como injusto en mi casa me sirvió para detectar muy bien las discriminaciones», apunta.

En 1991 es elegida concejala de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Valladolid después de la batalla que dieron las mujeres por la cuota del 25%. En virtud de un pacto con el PSOE se convierte en responsable de la «hectárea» de Bienestar Social, como le gusta.

Fijó su esfuerzo en conseguir servicios para propiciar la participación de las mujeres a través del Consejo de las Mujeres, la Comisión de Igualdad, las escuelas municipales infantiles, ayuda a domicilio, comedores escolares o el servicio de canguros en los locales municipales.

Los cuatro siguientes siguió de edil y de presidenta de la Comisión de la Mujer durante el primer mandato de León de la Riva. También fue representante en la Federación de Municipios y Provincias y el Consejo de Administración de Caja España.

Es una de las impulsoras de la creación de la profesión de agente de igualdad, que se inició en España a través de un proyecto europeo que lideró la Fundación Dolores Ibárruri y la Escuela de Relaciones Laborales de Madrid.

Durante varios años trabajó como agente de igualdad y animadora sociocomunitaria. Actualmente está jubilada, pero no del activismo feminista. Sigue pedaleando por las calles de Valladolid, la bici es una de las cosas que se trajo del Páramo, y peleando por los retos del feminismo, siempre buscando la unión, «trabajando con las instituciones y removiendo en las instituciones», subraya. «Es importantísimo que las mujeres participemos en todas las decisiones, en todos los ámbitos: empresariado, política, jurdicatura, ámbito sanitario. Hay que dar mucha batalla porque estamos todavía en minoría». Y otra urgencia: «El problema de la violencia es aterrador. Hemos conseguido ponerlo en la agenda política, pero siguen los asesinatos, es terrible», sentencia.

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