Diario de León

Cuando la AECID cumplió 30 años

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DAVID DEL CAMPO. DIRECTOR DE COOPERACIÓN INTERNACIONAL Y ACCIÓN HUMANITARIA DESAVE THE CHILDREN
León

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Octubre de 1981. Hacía unos meses España había sufrido un intento de Golpe de Estado. Durante 48 horas parecía que todo iba a pararse para volver a iniciar otro proceso de autodestrucción como país. Final y felizmente no. España empezaba un proceso de modernización que ha permitido entre muchas cosas que la AECID cumpla 30 años. Por aquel octubre de 1981 un reducido (pero poderoso y valiente) colectivo de activistas bajo el maravilloso nombre de “Justicia y Paz” llevaron a cabo una campaña llamada “OBJETVO 0,7” que buscaba sensibilizar a la sociedad española (de inicios de los 80) y a su clase política que conformaba la Primera Legislatura Democrática (1979-1982) después de la dictadura.

Landelino Lavilla era el Presidente del Congreso por el Grupo Centrista. El Grupo Mixto cumplía fielmente con su denominación compartiendo grupo político perfiles como Blas Piñar (Presidente de Fuerza Nueva) o Juan María Bandrés (Abogado todos los condenados a muerte en España entre 1968 y 1975). Visionarios y valientes eran aquellos/as activistas por querer sensibilizar a esa clase política española tan lejana a la realidad como la necesidad de destinar un porcentaje de los Presupuestos Generales del Estado, "por justicia, solidaridad y supervivencia".

Pues contra todo pronóstico en 1983 se aprobó por unanimidad en el Senado una proposición no de ley sobre el hambre en el mundo y se reclamaba al Gobierno a dar el 0,7%. También ya se señalaba la necesidad de dotarnos de una Ley de Cooperación para dicha legislatura. Si bien esa Ley llegaría 15 años más tarde en 1998, la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) nacería cinco años más tarde. En noviembre de 1988.

Estos 30 años de AECI han sido el relato principal de la política pública de cooperación. Son 30 años de los esfuerzos que España ha hecho por contribuir a un desarrollo humano sostenible fuera de nuestras fronteras. Son 30 años construcción genética de país. Son precisamente el relato de política pública, los esfuerzos colectivos hacia la agenda de desarrollo internacional y la contribución a la construcción de país lo que debemos celebrar, pero también analizar.

La política pública de cooperación de estos últimos 30 años se puede resumir como una luz intermitente. Si bien ha sido visible no siempre ha iluminado suficientemente. El primer decenio (1988-1998) podemos definirlo como la etapa definitoria. Es sin duda la etapa más estable de los tres decenios. Destacar que la AECI en este período supo orientar bien su mandato hacia sentar bases y señalar algunos cimientos que permitieran crecer en el futuro. La segunda etapa (1998-2008) ha sido la etapa más intensa. Algunos intentos políticos de desmontar el mandato y los cimientos en la etapa (2000-2004) que hicieron visible por primera vez que sin AECI no hay política de cooperación. En mi opinión una de las fortalezas de la AECI quedó demostrada en su capacidad de recuperar y sostener la política pública incluso en contra de decisiones políticas erróneas. La intensidad de esta etapa se vivió en sentido contrario en el período (2004-2008). Un período radiante. Por primera vez la AECI, luego en 2007 se convirtió en AECID, entró no como invitada sino como protagonista propia en el Consejo de Ministros y por primera vez un Presidente del Gobierno se ponía de forma recurrente la camiseta AECI de forma habitual. Por el contrario, el último decenio de AECI (2008-2018) ha tenido la inestabilidad como elemento definitorio. Inestabilidad que llevó a la AECID a digerir el mayor recorte de sus recursos (2011-2015). Le tocó gestionar con una mano importantes decisiones de la época eufórica mientras que con la otra utilizaba sin compasión (lo que no quiere decir sin criterio) la tijera. En este último tsunami ha llegado surfeando la AECID a cumplir 30 años.

La segunda reflexión es cómo ha contribuido la AECID a la modificación genética de país. No se puede negar que se han instalado cierto grado de aceptación, si bien desigualmente entendido entre las fuerzas políticas y por la propia sociedad española, de que nuestras responsabilidades como país van más allá de nuestras fronteras. Contribuir a prevenir la malnutrición severa aguda en Mauritania, garantizar el acceso a agua y saneamiento en Honduras o dar asistencia humanitaria a la población afectada por un tifón en Filipinas forma parte también de nuestras obligaciones como lo son nuestras políticas públicas de educación, sanidad o defensa.

Por último, tanto por lo cuantitativo y cualitativo, como sumatorio de esfuerzos sostenidos. Si bien lo cuantitativo puede distorsionar. El sumatorio de Ayuda Oficial al Desarrollo neto desembolsado entre 2007 y 2016 asciende a 30.000 millones de euros. Esta “brutalidad” de cifra si no se acompaña de un adecuado narrativo puede suponer un riesgo alto para la propia política pública. En torno a un 25% (7.500 millones euros) ha sido gestionado de forma directa por AECID. Por el contrario, la capacidad de dotar un explicativo coherente y de resultados sobre el 100% pivota principalmente en AECID.

Con todos estos mimbres la AECID camina para convertirse en cuarentona. En mi opinión cuatro ejes son claves para los próximos 10 años de la AECID y de la política pública de cooperación de España.

Flexibilidad. Abordar reformas de instrumentos, políticas y toma de decisiones que desconecten el sistema operativo de 2003 (Ley General de Subvenciones) Real Decreto 2007 AECID y Orden de Bases para cambiar a un sistema operativo actualizado que permita transitar con eficiencia hacia 2028. ¿Qué impide un proceso de convergencia de nuestros sistemas operativos al que opera en nuestros actores y socios de cooperación europeos como ECHO y DEVCO?

Colaboración. Una fuerza imparable de incorporar actores y capacidades viene detrás de la Agenda 2030. Sumar exige que en la ecuación de la toma de decisiones y su implementación elimine las restas y negativos que tiene nuestro sistema. Necesitamos sumar vectores que hoy están fuera de las gráficas. Necesitamos que la dirección y ordenación de la suma de vectores (actores y capacidades) de la cooperación española forme parte del mandato principal. Si hay mandato, tiene obligatoriamente que haber instrumentos y normas que acompañen.

Energía. Si algo hemos aprendido estos 30 años es que la Agenda de Desarrollo no entiende de legislaturas. Contribuir a un desarrollo humano sostenible, erradicar la pobreza extrema, el hambre o los derechos humanos exige una política que no sufra cortes imprevistos de energía, debe tener autonomía suficiente para que independientemente de la orientación del rumbo no pueda sufrir apagones. La AECID debe ser el generador que mantiene el suministro mínimo cuando es requerido y dotar de energía extra cuando la política pública se lo demanda.

Humanidad. Asumir eficazmente y con pasión el mandato humanitario de salvar vidas y aliviar el sufrimiento de seres humanos que viven en zonas de guerra, catástrofes naturales, bajo persecución o en contextos de violencia exige modificar el ADN de la AECID para que esta responsabilidad se convierta en una prioridad del máximo nivel.

Sea como sea, feliz aniversario querida AECID.

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