Diario de León

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Los estudiantes liberan a Josefa

Lección de cine y de vida. ‘Libertad’ es la historia de Josefa, una adolescente en la Guerra Civil, narrada por estudiantes de dos institutos leoneses con la misma edad de su protagonista en aquella época en una película hecha en soporte analógico. La primera experiencia educativa del Laboratorio de Antropología Audiovisual (Laav) se presenta mañana en el Musac con una sesión de preestreno.

Un momento de la grabación de ‘Libertad’ desde el tren, en uno de los viajes que realizaron a los escenarios por los que discurre la vida de la protagonista. LAAV

Un momento de la grabación de ‘Libertad’ desde el tren, en uno de los viajes que realizaron a los escenarios por los que discurre la vida de la protagonista. LAAV

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ana gaitero | león

Josefa tenía 16 años cuando estalló la Guerra Civil. Mataron a su padre y su familia sigue sin saber dónde está enterrado su hermano, también asesinado. Ella sufrió prisión en San Marcos, Ponferrada y Saturrarán (San Sebastián). Cuando tenía 90 años contó su vida al cinesta leonés Chus Domínguez.

La historia quedó enlatada a la espera de un proyecto que se resistía a llegar. Hasta que hace un año se puso en marcha en el Laboratorio de Antropología Audiovisual (Laav) del Musac el proyecto Libertad.

La memoria de Josefa Castro García ha sido liberada por alumnas y alumnos del IES Legio VII de León y el IES Ramiro II de La Roble. Diecéseis jóvenes de la misma edad que esta mujer natural de Solana de Fenar han pasado por sus vidas el relato de Josefa. Se han sumergido en la historia de su país a través de las vivencias personales de aquella joven y de las suyas propias recorriendo con la cámara los escenarios en los que se desarrollaron aquellos trágicos acontecimientos.

El Laboratorio de Antropología Audiovisual (Laav) del Musac planteó la realización de una película de forma participativa y artesanal. «¿Quieres rodar una película? Proyecto Libertad» rezaba el anuncio que llamó la atención a María Salguero en el tablón del instituto. «Hicieron una reunión en el recreo y como desde pequeña había querido ser actriz me apunté. La historia me pareció muy interesante: una mujer que consigue sobrevivir a la guerra y me apunté», confiesa Mónica Centeno.

«¡Esto es Hollywood!», pensó Guillermo Castillo. Y ha resultado ser una «experiencia muy enriquecedora que te da otra perspectiva de lo que es el cine» y una visión de la Guerra Civil alejada de la frialdad con que se ven las guerras y que a través de Josefa, «nos acerca a la situación que vivieron muchas personas», comenta el joven.

Durante varios días, en cuatro grupos, escucharon la voz de Josefa relatando la vida del pueblo antes de la guerra, los episodios de la contienda y su vida en las prisiones. Planificaron las escenas y empezaron a rodar y a buscar el sonido ambiente. También participaron en el proceso de revelado, digitalización y montaje.

Fueron varios meses de intenso trabajo. Viajaron a los pueblos de la comarca por la que discurre la vida de Josefa en los años de guerra y posguerra. Llombera, Solana de Fenar, Vilasimpliz, Ponferrada y también San Sebastián para grabar lo que queda de la prisión de Saturrarán. «Pasamos el relato de Josefa a través de nosotros y eso a veces suponía eliminar parte del relato», comentan. Como un episodio en el que Josefa cuenta que metieron los cerdos en una ermita.

O la elección de los momentos álgidos, como la parte de la ejecución del padre y el hermano de la protagonista. «Estaban encerrados en la casa del río y su hermano le hizo llegar una nota que decía: ‘Mira a ver dónde está padre que se lo han llevado’». A los pocos días encontraron 17 cadáveres en Felmín, pero al que nunca pudieron encontrar fue al hermano.

Preproducción de la película.

La cuestión de los desaparecidos les llevó a grabar diferentes paisajes porque «pueden estar en cualquier sitio», explican. Querían alguna imagen de nieve para unirlas al relato de Josefa y el primer día que empezó a nevar salió Chus Domínguez con la cámara para atraparlas por si no caía más en todo el invierno. «Pero luego nevó mucho y pasábamos mucho frío», explican estos estudiantes del IES Legio VII. Josefa también hablaba mucho de los inviernos fríos.

A María le impresionó una escena en la que la mujer relata el hacinamiento en la prisión de San Marcos. «Cuenta que hacían una fila para asomarse a un ventanuco y respirar», recuerda. Tener una edad similar a la de la protagonista cuando vivió aquellos terribles acontecimientos: «Tener la misma edad que ella nos ayuda a entender mejor lo que vivió. Si nos pasara a nosotros, probablemente actuaríamos igual», comentan.

«Cuando estudias la Guerra Civil sabes que fue duro, pero en una historia concreta ves lo que sufrió ella y su familia. Te das cuenta de lo que le pasó a mucha gente y es mucho más triste», explica Mónica. A ella le impresionó la parte en la que Josefa habla de aquellos «alemanes altos y rubios» que visitaban la cárcel. «Estaban aprendiendo a hacer campos de concentración», apostilla.

Guillermo Castillo comenta que ahora le choca aún más «la discreción con que se trata el hecho de que San Marcos fue un campo de concentración. «Tan sólo hay una placa», apunta. «El sufrimiento revela lo que hay detrás de las páginas de los libros de historia», añade.

También han palpado el coraje de una mujer, una superviviente, que en un momento. «Es impresionante el momento en que cuenta que su madre sembraba el centeno cuando mataron a su padre y a su hermano», su ma sembrando el centeno», relatan. «Mataos quedaron y no podíamos decir nada». La impotencia, saber que no se tenía ni el derecho a la queja marcó su vida. Tanto es así que Josefa guardó silencio toda la vida hasta que empezó a hablar de aquella historia con setenta años. Tenía 90 cuando le contó su historia a Chus Domínguez, en 2013.

«Que no vuelva otra guerra», es una de las frases que más recuerdan las chicas y los chicos que mañana estarán en el salón de actos del Musac para el preestreno de esta película documental nacido de la colaboración entre el Laboratorio de Antropología Audiovisual (Laav), que se puso en marcha en 2016 con el apoyo de la Fundación Daniel & Nina Carasso, y el contexto de la educación formal. Aprendieron que fuera de las aulas hay mucho que hacer y mucho que aprender. El examen se lo hace cada cual.

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