Diario de León

El baile del ahorcado

El lumpen vacía el Congreso

León

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Cuando Pablo Iglesias dijo que ahora el Congreso se parece más a la calle nadie pensó que se refería a esto, pero tenía razón el líder de la Montaña cuando hacía esta reflexión. El lumpen se ha hecho dueño del Parlamento en un tiempo récord y hemos pasado de la inocente regañina de José Bono a Miguel Sebastián a costa de una corbata a que los diputados socialistas otorguen ante la peor de las agresiones a José Borrell. El escupitajo es el retrato de la barbarie que domina la política española y ninguna democracia debería permitirlo. No pudo definir mejor el ministro la estrategia de los golpistas de Esquerra cuando les acusó de convertir el Congreso en un vertedero de serrín y estiércol. La Cámara Baja se ha democratizado hasta el punto de acoger a lo peor de la calle, la marginalidad intelectual y moral, la turba de un país que se ha convertido en la pesadilla de Ortega y Gasset. La virtualidad del escupitajo es clara: es violento y tiene la vocación de humillar a quien quiere hacer desaparecer.

No perdonan a Borrell que su capacidad intelectual les retrate con cada intervención. De ahí el insulto fácil —¡fascista!—, la gestualidad de matón, la bala en la recámara del estómago. Cuando dentro de cien años —como dijo Ana Pastor— los historiadores lean el Diario de Sesiones tendrán claro el momento de debilidad que vivía la democracia española. No da tanto miedo porque la inmediatez nos impide tomar perspectiva, pero nadie estuvo el miércoles a la altura que obligan las circunstancias. Desde luego, no la presidenta del Congreso, que anunció de manera ingenua y torpe el cierre de los taquígrafos, la censura para la (in)capacidad de elocuencia que demuestran unos y otros, y no lo está el presidente del Gobierno, que dejó a su ministro a la intemperie, demostrando que esta legislatura es rehén del miedo de perder el poder, y, por supuesto, no el PP, que aprovechó, de nuevo, para tirar contra el Gobierno sin tener en cuenta que el Congreso se ha convertido en la imagen perfecta del ángel exterminador, la mansión Nóbile en la que cada vez huele peor.

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