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El baile del ahorcado

Las costuras de Andalucía

León

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Cuando Pablo Iglesias anunció que antes de conquistar el cielo quería hacer una parada en Galapagar, muchos respiraron: «Todas las revoluciones se adocenan. Ahí le tienes —me dijo entonces un empresario— ya se ha convertido en alguien en el que podemos confiar». Al final, todo quedó en un sueño y el antiguo profesor vendió la revolución a cambio de la entrada en el cada vez más restringido club de la pequeña burguesía. Así que su imagen del domingo, llamando a la movilización de los parias de la tierra me lo tomo como un oxímoron enternecedor. Incluso la vanguardia obrera tiene que pagar una fianza por sus contradicciones, de ahí que seguir con un análisis infantil de las elecciones andaluzas sea suicida. Yerra el diagnóstico el que trate de analizar los resultados echando mano del victimismo y se tiran al precipicio los que demonicen a los votantes.

Susana Díaz ha sido la derrotada, pero el poder en el territorio más poblado de España lo ha perdido Pedro Sánchez. En él convergen la responsabilidad y la culpa —que no siempre van de la mano— de una debacle que casi nadie esperaba. Tezanos mediante, esa frase del presidente — «Susana, tú eres el espejo en el que se mira el socialismo de España»— es demasiado perfecta como para no tomársela como una advertencia. La realidad es que el espejo se ha combado hasta devolver una imagen retorcida de una realidad evidente: la de que los españoles se han cansado de que la globalización siempre haga los mismos rehenes, de que el voto de un catalán de Gerona valga más que el de uno de León, de que se aplauda en el Congreso a los filoetarras de Alsasua mientras las familias de los guardias civiles agredidos se esconden en sus casas para no provocar, de que se escupa y se llame fascista a quienes hacen cumplir la Constitución, de que se contemporice con el delito, de que se mantenga la equidistancia frente a los que no entienden que una nación no es una bandera, ni una ideología, ni un rey sino un conjunto de leyes en beneficio de (todos) los ciudadanos.