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El baile del ahorcado

La muralla explica todo lo demás

León

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La muralla de León es un símbolo. Puede que incluso Quevedo, tras su estancia en San Marcos, decidiera convertirla en la imagen desmoronada de la patria, de la caducidad a la que estaba condenada. La fortaleza es un símbolo de que nada cambia en León, a pesar de las buenas intenciones y de las promesas. Ahí la tienen, siempre a punto de derrumbarse. Me cuentan que han vuelto las obras al lienzo escondido de Ruiz de Salazar, a una de esas casas que evidencian las corruptelas con las que se ha ido (des)haciendo ciudad. Todo sigue igual hoy a los tiempos en los que amputamos los cubos de la calle Carreras. Un ejemplo: en mi trayecto cada día contemplo con estupor la cochambre que alguien utiliza para guarecer su coche y que impide a los leoneses contemplar su pasado romano. La mugre se la come sin que nadie decida pronunciar la palabra mágica: expropiación y justiprecio, bien común. Y no lo hacen porque la fuerza de las cosas ayuda a que la corrupción parasite también la muralla. Es la metáfora perfecta de todos los que abusan —en un tiempo perpetuo— de la ausencia de práctica democrática. Creo que fue Romanones el que dijo que no estaba mal que otros hicieran la ley si a él se le permitía desarrollar el reglamento. El reglamento, la ordenanza, o como quiera que se llame el laberinto municipal con el que, mandato tras mandato, decidimos que todo siga igual, ha ideado un PGOU en el que cada parte del lienzo está encadenado a un plan parcial cuya eventualidad nunca llegará. La ausencia de moral política (ya no de visión) tiene la muralla como el exponente y explica nuestro futuro, que también es perpetuo. Todo lo que será ha sido ya, por eso en León no somos capaces de cambiar el horizonte hacia el que estamos abocados. No hay mejor big data para emular a Cassandra que dar una vuelta alrededor de la muralla. La decadencia se la come y sin embargo los titulares que aseguran que todo está a punto de cambiar no cesan. Podemos usarla como la ‘x’ de todos los problemas: minería, Vestas, remolacha, cuota láctea... Es el testigo impenitente de la ruina.