Un ejército de piojos
Antonio se acuerda tanto de los piojos como de las balas de la guerra. «Una vez que vine de revisión médica me bajé los calzoncillos y saqué más de cien. Yo andaba torpe y creo que era por culpa de los piojos. A un casquillo le quité y los metí para que no pasaran frío. Luego disparé. Yo creo que todavía andan por ahí».