Hoy se cumple

E n tiempos de vaciedad abundan las demagogias, los sueños utópicos y las promesas incumplidas. El pensamiento postmoderno y los populismos políticos dan buena muestra de ello.

En la experiencia de la fe no sucede lo mismo: Jesucristo, el siervo fiel, da cumplimiento a todas las promesas de Dios manifestadas a lo largo de los siglos; el Reino de los cielos queda inaugurado en su misma persona y en todos los que abren su corazón a la verdad; la felicidad no queda reducida a una situación psicológica o estado de «bienestar», sino que tiene que ver con la capacidad de amar y el «bien-ser»; el futuro no lo marcan las decisiones de los poderosos, sino que quienes dejan huella son los pequeños y humildes de corazón grande; la alegría auténtica no brota de servilismo al propio ego, sino de los sencillos gestos de servicio a los demás.

El evangelio de este domingo nos presenta al Señor anunciando a los hombres de todos los tiempos que en el «hoy» de cada ser humano se cumple el deseo de Dios. ¿Por qué? Porque el Señor ha sido enviado «para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista; para dar la libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor» (Lc 4,18-19).

En Jesucristo todos los anhelos del corazón humano encuentran respuesta, cumplimiento real. El obstáculo de nuestros días para coger su mano tendida es que nos puede el orgullo, el no dar el brazo a torcer; nos pueden los prejuicios contra la fe, la religión y la Iglesia. Tenemos noticia del camino que nos presenta el mismo Dios, pero preferimos desconfiar de Él y seguir enrocados en nuestras ideologías y planteamientos, aun sabiendo que nunca nos sacarán de nuestra incapacidad y frustración. No es tiempo de evadirse de la realidad con utopías falaces y engañosas, puesto que «hoy se cumple la Escritura», el proyecto de Dios revelado por los siglos. ¿Te perderás su eficacia? ¿Te privarás de sus frutos abundantes?