FRANCISCO JAVIER DE COS CATEDRÁTICO EN OVIEDO
«Fuera de nuestro planeta hay ingentes cantidades de recursos energéticos»
Quince años excavando en las estrellas y acaba de encontrar un exoplaneta. en la constelación de Libra Un ‘cazurro’, como le llaman en Asturias, acaba de descubrir una supertierra a 244 años luz de la Tierra. Se trata de Francisco Javier de Cos, ingeniero industrial y catedrático en la Escuela Superior de Minas de Oviedo, que está al frente de una investigación astur-canaria que en el plazo de un año desvelará si efectivamente hay vida en K2- 286b, como se denomina esta estrella que tiene mil millones de años y está ‘cerca’ de la Tierra.
Más allá de la supertierra que acaba de descubrir en colaboración con el Observatorio Astronómico de Canarias, el científico leonés Francisco Javier de Cos Juez comenta en esta entrevista las razones por las que la carrera espacial despierta tanto interés. La búsqueda de recursos energéticos es una de las más importantes, aunque de momento, asegura, «es pronto para plantearse su explotación». De Cos se crió en León, ciudad a la que llegó con siete años y en la que permaneció hasta que terminó la ingeniería técnica industrial. Luego se trasladó a Gijón, donde terminó la carrera superior. Estuvo destinado como profesor en La Rioja y después regresó a Asturias. Desde 2017 es catedrático en la Universidad de Oviedo en el área de conocimiento de Proyectos de Ingeniería, adscrita al departamento de Explotación y Prospección de Minas. Hizo sus primeros estudios en la Escuela de Ingeniería Industrial de León.
—¿Qué es una supertierra?
—Usamos ese término para referirnos a un planeta rocoso, ubicado fuera de nuestro sistema solar, cuyo radio se encuentre aproximadamente en el rango de 1,25 a 2 veces el radio de nuestra tierra. En lo relativo a su masa también puede oscilar entre una y diez veces la masa de la Tierra. Generalmente se encuentran en las orbitas más cercanas a sus respectivas estrellas donde el viento solar ha ‘barrido’ sus elementos más ligeros como el hidrogeno y el helio dejando solo la parte rocosa. Los planetas más alejados de su estrella, donde el viento solar tiene menos influencia, tienden a acretar gases y convertirse en gigantes gaseosos como nuestro Jupiter.
—¿Cuánto tiempo llevan investigando y cuáles son las claves del hallazgo de la supertierra que acaban de encontrar?
—En el ámbito de las ciencias y tecnologías espaciales llevamos más de quince años investigando. Sin embargo, nuestra línea de búsqueda planetaria es relativamente nueva, aunque notablemente exitosa. Así la prestigiosa agencia nacional Sinc escogió recientemente uno de nuestros trabajos previos como uno de los 21 «momentazos de la ciencia española» del 2018. Un reconocimiento inesperado del que nos sentimos especialmente orgullosos, sobre todo si tenemos en cuenta que, a mi juicio, se trataba de un descubrimiento menos relevante que el que ahora nos ocupa.
—¿Ya le han dado nombre a este exoplaneta?
—Fuera de nuestro sistema solar es infrecuente la práctica de poner nombre a este tipo de descubrimientos. De hecho, el nombre del planeta viene establecido en el protocolo de la sonda Kepler, principal instrumento que usamos en su detección. La estrella se denominaría K2-286 y a cada planeta encontrado en ese sistema se le asigna una letra empezando por la b. Por lo tanto, nuestro planeta recibe el aséptico nombre de K2- 286b.
—Por la distancia a que se encuentra de la Tierra, ¿se puede considerar lejana o cercana?
—Se encuentra a tan solo 244 años luz, lo que puede parecer una distancia gigantesca, pero comparada con el tamaño de, por ejemplo, nuestra galaxia, es una cantidad pequeña. De hecho, se le considera ‘cercano’.
—¿Qué puede suponer la existencia de condiciones de vida en este u otros planetas?
—Cuando decimos que un planeta se encuentra en «zona de habitabilidad» no queremos decir que hayamos encontrado vida en él, pues con los instrumentos actuales ni siquiera somos capaces de detectar la presencia de agua a esas distancias. Nos referimos básicamente a que el planeta se encuentra a una distancia tal de la estrella sobre la que orbita que ocasionaría una temperatura de equilibrio en la superficie del planeta compatible con la existencia de agua en estado líquido. En nuestro caso, además de cumplir con esa condición, nuestro planeta orbita alrededor de una estrella de actividad magnética moderada lo que favorece el posible desarrollo de la vida en el planeta. Estamos muy cerca de poder afirmar si hay vida en otros planetas y es posible que no sea necesario salir de nuestro sistema solar para encontrarla. Europa y Encelado, las lunas de Júpiter y Saturno están cubiertas de una capa de hielo bajo la cual la sonda Cassini de la Nasa ha demostrado que existe agua salada en estado líquido, luego la vida en ellas es posible.
—¿Se están buscando recursos energéticos como alternativa a los combustibles fósiles que parece que se agotan en la Tierra?
—Fuera de nuestro planeta es posible encontrar ingentes cantidades de recursos energéticos y minerales. Todavía es pronto para su explotación, pero desde el observatorio astronómico situado en la Escuela de Minas, Energía y Materiales de Oviedo llevamos a cabo varios proyectos para la búsqueda y caracterización de asteroides ricos en minerales como el litio o el titanio. Por su parte la Luna tiene abundantes cantidades de Helio-3, un isótopo ligero del Helio ideal para su uso en un reactor de fusión nuclear. Además, los polos lunares contienen hidrógeno y oxígeno líquido que puede ser usado como combustible. Otro ejemplo interesante es Titán, otra luna de Saturno, que sería el paraíso de las compañías petroleras al contar con mares de hidrocarburos a la espera de ser explotado.
—¿Cómo se imagina usted la vida en otros planetas?
—Si nos paramos a pensar en la increíble variedad de formas de vida que encontramos en nuestro planeta, solo cabe pensar que será ‘distinta’ a lo que conocemos. Sobretodo en planetas como el que acabamos de descubrir donde las condiciones de vida serían extremas y parecidas a las zonas más desérticas de nuestra tierra.
—¿Qué significa para usted como científico haber alcanzado este hito?
—Es un paso importante que nos anima a seguir trabajando. La búsqueda planetaria es una línea de investigación muy competitiva en la que gran cantidad de equipos de investigación trabajan contra reloj para ser los primeros en dar con el futuro hogar de la humanidad. Nuestra alianza ‘Astur-Canaria’ está dando muchos frutos, pero no es la primera vez que la Nasa u otro equipo internacional nos ‘pisa’ un descubrimiento.
—¿Cómo encaminó su labor investigadora a este ámbito?
—Llevamos más de quince años colaborando con instituciones de prestigio internacional en temas relacionados con las ciencias espaciales y la instrumentación astronómica, desarrollando tecnologías para los grandes telescopios. Hemos hecho desarrollos para el futuro telescopio gigante europeo E-ELT, y también para el telescopio solar europeo EST. Nuestra relación con el mundo de las ciencias espaciales es larga, pero en los últimos años hemos ido incorporando investigadores de otras ramas, como son la cosmología, la fotometría o la geología planetaria, lo que nos ha permitido ampliar nuestras líneas de investigación.
—¿Han tenido que desarrollar tecnología específica o qué tecnología han utilizado?
—La técnica que utilizamos se denomina de forma genérica fotometría y podría decirse que, como su nombre indica, se centra en contar fotones. El instrumento que utilizamos para descubrir K2-286b es un telescopio espacial denominado Kepler. Este telescopio ha estado observando miles de estrellas y registrando sus ‘curvas de luz’. En ocasiones, al observar una estrella, nos percatamos de que el número de fotones que recibimos de la misma disminuye ligeramente y de forma periódica. En ese momento empezamos a sospechar que algo se está interponiendo entre el telescopio y la estrella ocasionando pequeños eclipses y que ese ‘algo’ podría ser un planeta. Utilizamos técnicas basadas en inteligencia artificial para seleccionar de entre todas las estrellas aquellas que son más prometedoras. Cuando estamos seguros de haber encontrado ‘algo interesante’, nuestros compañeros del Instituto Astrofísico Canario utilizan grandes telescopios como el Gran Telescopio de Canarias, de diez metros de diámetro, para caracterizar la estrella sobre la que orbita nuestro candidato.
—Es hijo de leonés y estudió aquí la carrera, ¿Qué recuerdos tiene de León?
—A León llegué con tan solo siete años y aquí viví hasta que terminé mis estudios de ingeniería técnica industrial. Luego me trasladé a Gijón donde finalicé ingeniería industrial que por aquél entonces era una carrera de seis años. Después de acabar los estudios, me trasladé a La Rioja donde comencé mi tesis y empezó mi vida docente. En 2002 volví a Oviedo tras conseguir una plaza de profesor asociado, y hasta hoy. En realidad, nunca me he ido del todo de León. Por supuesto, guardo recuerdos estupendos de la ciudad y sus gentes, tengo muy buenos amigos y raro es el mes en que no paso, al menos, un fin de semana para visitar a mis padres y a mi suegra. En Asturias no me faltan compañeros que se refieren a mi como ‘cazurro’, lo cual me encanta, pues me siento muy orgulloso de la tierra donde pasé todos esos años.
—¿Cómo ve la universidad leonesa como antiguo alumno y ahora como investigador?
—La Universidad de León ha crecido mucho desde que yo estudié allí y cuenta con grandes profesores e investigadores. Ese es su mayor recurso, su equipo humano. En resumen, yo la veo muy bien y cada año, un poquito mejor, que es lo más importante.
—¿La ciencia y la investigación tienen más apoyo en este momento que en años atrás?
—Cuando se compite a nivel internacional la captación de recursos se convierte en un factor clave para alcanzar el éxito. Las comunidades autónomas y el gobierno central hacen un esfuerzo importante para financiar la investigación nacional y, aunque siempre sería deseable que en España se dedicaran más fondos a la investigación, hay que pensar siempre en que tenemos que acudir a convocatorias europeas, mucho mejor dotadas económicamente. Desde mi punto de vista lo más urgente para la ciencia española sería potenciar los programas de retención y retorno de talento joven existentes.