Todo lo que sube...

Ami padre le irritaba cualquier alpinista muerto en el ejercicio de sus disfunciones... ¿qué necesidad?, resumía... quien coquetea con la muerte, a la fuerza encuentra alguna vez su catafalco; no se puede retar a la gravedad y al sentido común tan alegremente y a la vez.

Imagino, pues, sus comentarios si hubiera visto en la tele la trágica muerte de una montañera que perseguía cumbres de fama instagramática haciendo algo inédito en alpinismo: escalar en bikini sin más equipamiento, ¡viva la braga montañera!, lo que le proporcionaba muchos seguidores en redes y esa popularidad que tantas veces emborracha (delirium pijens en este caso).

La china Gigu Wu, 36 años, subía el pico más alto de Taiwan de casi 4.000 metros... y lo hacía ella solita, algo que jamás debe hacerse en montañismo (tú, siempre acompañado), así que aunque pudo telefonear a una amiga y ubicarse, la inclemencia impidió activar el operativo de rescate hasta pasado un día encontrándola en un baranco de treinta metros donde cayó al tratar de hacerse un puto selfie, otro más en su celebrada colección, barranco en el que murió por congelación y no por fracturas o magulladuras a las que ya se había acostumbrado en ascensiones anteriores y en las que no encontró la vía del escarmiento por buscar siempre la vía más rápida... a la gloria efímera de las redes devoradoras.

No será la última víctima de san Narciso Fotogénico en la boca de un precipicio, en la cornisa de un rascacielos, en la aguja de una catedral o en la Garganta del Diablo. Pero la muerte cruda de esa china, desnudita ella como vino al mundo y en posición fetal bajo una placenta de escarcha, brinda moralejas que dejan helado.

Lo único bueno del montañismo es hacerlo en compañía, compartir metas y vistas, bocata y cantimplora, pero teniéndole enorme respeto a la roca madre, nada de tuteos ni paveos solitarios porque «la montaña se da cuenta de la tontería -nos dijo un día el Oráculo de Pedrún- y si hay gente que le raspa o le hurga, se irrita, se «sascude» como los gallos, jolín, ¡y otro tonto que se nos despeña!... todo lo que sube...».