Hasta los cojones

Señores, ya no aguanto más. Voy a serles franco: ¡estoy hasta los cojones de todos nosotros!» Fue Estanislao Figueras el que, hasta los ídem de todos ellos, hizo mutis por la presidencia y huyó de España. A veces te dan ganas de decir lo mismo, aunque al final piensas que, total, para qué te vas a quejar, si hay países peores, aunque no voy a decir ninguno que una nunca sabe dónde puede terminar.

Suelta Pilar del Olmo que no piensa defender a un muerto —o algo así— lo que es tanto como decir que se le entierre pronto que luego estas cosas cogen olor y con la plaga de ratas que tenemos en León, lo que faltaba. El muerto es la minería, por si alguien no se ha enterado (aún). Se nota que la consejera quiere pasar página, o lo que sea, y ya no le importa demasiado que el lenguaje le traicione, o que el chachachá le atropelle, o ¿quién sabe lo que piensa un político? ¿Ganar? ¿Medrar? ¿Ayudar a sus conciudadanos? ¿Ninguna de las tres? El caso, que mentar la soga en casa del ahorcado no me parece lo más idóneo cuando se habla del fin de la minería, que en León no se conoce el número de muertos que se han quedado en el vientre de la montaña, así que es mejor utilizar otra figura literaria.

La pregunta que hay que hacer es cuántos preproyectos —¿qué es eso, por cierto?— anunciados por el Ministerio de Transición Ecológica irán encaminados a pagar cuitas y cuántos a ayudar a que la población de las cuencas puedan subsistir.

Señores, ya no aguanto más. Voy a serles franco: ¡estoy hasta los cojones de todos nosotros! De todos. De los partidos, de los sindicatos, de las rémoras que llevan medio siglo trabajando con todas sus fuerzas para que los que queremos hacer la vida en esta provincia tengamos que hacer la maleta y, como Estanislao Figueras, irnos. Ellos, no se preocupen, seguirán subidos a un atril y comprometiendo ayudas y mentiras cuando ya no quede nadie para escucharles. Son como el perro autómata que los horteras llevan en la bandeja trasera de su coche. Pues eso, a enterrar al muerto.