Diario de León
Publicado por
Liturgia dominical Antonio Trobajo Díaz
León

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S omos de lo que no hay. Dicen los estudiosos que, desde que existe documentación, no se puede atestiguar ni un solo día en que en el mundo no hayamos andado a la greña. Guerra tras guerra. Sin entrar en otras violencias, exclusiones, zancadillas y odios. Todo es reducible a una frase lapidaria y tremenda: «El hombre es un lobo para el hombre». Como si no hubiéramos salido de la selva. El otro es siempre un rival. La experiencia del pueblo llano lo dice de otra manera: «¿Quién es tu enemigo? El de tu oficio». Tremendo que sea así y que siga siendo así. Al cristiano Jesús nos lo dejó dicho bien claro: «Amad a vuestros enemigos… Poned la otra mejilla… Dad más allá de lo que pidan… Renunciad a vuestros derechos por el bien de otros… No miméis sólo a quienes son vuestros amigos y os caen bien» (Evangelio).

La Palabra de Dios de este domingo nos ofrece razones que justifican y motivan estas actitudes. La primera es que todos tenemos la misma naturaleza, la misma dignidad, los mismos derechos. Lo dicen la ley natural, el sentido común y así lo reconocen también las modernas legislaciones. Para quien acoge la fe judeo-cristiana hay una razón más: la misma revelación divina nos da a conocer que el otro, sea quien sea, es sagrado para mí. En frase rotunda del papa San Pablo VI, «todo hombre es mi hermano». Dios ha puesto su mano protectora sobre el otro, aunque ese otro sea una persona indigna, como lo era el rey Saúl, a quien, sin embargo, David respetó la vida (I Lectura).

Proclamar que Dios es compasivo y misericordioso, que perdona, cura, colma de gracia y regala ternura (Salmo) obliga a aprender a vivir en esa misma escuela de compasión, perdón y afecto sincero (Evangelio). Se trata, en definitiva, de llegar a ser personas según el modelo de Jesucristo, el segundo y nuevo Adán, que encarna los valores del «hombre celestial» (II Lectura). No se trata de ser superhombres, sino de poner el amor al otro como la opción fundamental de nuestra vida.

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