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AULAS DE EDUCACIÓN ESPECIAL

Un día normal en un colegio especial

«No somos un gueto». Las seis aulas de Educación Especial de Aspace León abren sus puertas para mostrar que los centros ordinarios no están preparados para su alumnado

Clara, durante uno de los ejercicios que realiza con su maestra, en el que usa el ordenador y unos ratones especiales para pulsar su elección.

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ANA GAITERO | LEÓN
León

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«De mis tres hijos, Isabel y Clara son mellizas. Tienen 13 años. Isabel asiste a un colegio ordinario, y Clara a un colegio de educación especial, ya que tiene una patología similar a la parálisis cerebral». Así empieza el relato de María Jesús García Álvarez, una de las madres que se oponen al cierre de los centros de educación especial.

En el colegio de Clara no dan ‘Mates’ ni Lengua al uso. Tienen mucha fisioterapia y logopedia. Para comunicarse y primero de todo, para comer. Masticar, deglutir y digerir la comida es complicado para la mayoría de los niños y niñas con parálisis cerebral. Por eso términos como logopedia orofacial y fisioterapia respiratoria son tan corrientes como Conocimiento del Medio o Inglés en una escuela ordinaria.

La lectoescritura y las materias curriculares se adaptan a cada escolar en función de sus capacidades. Musicoterapia, hidroterapia, hipoterapia y mucha estimulación sensorial forman parte de las asignaturas del Colegio La Luz, que ocupa una planta entera en las instalaciones de San Cayetano de Aspace-León. Un total de 26 niños y niñas entre 3 y 21 años están escolarizados en este centro concertado por la Consejería de Educación como centro de Educación Especial. Son seis aulas con seis maestras, dos logopedas, tres fisios, dos auxiliares y dos ATE, además de enfermera y psicólogo.

Clara llega al cole a las 7.45 horas y la recogen a las 15.45. Su familia tiene que organizarse como cualquier otra para compatibilizar el trabajo con la educación. Su madre, María Jesús García, está convencida de que la atención que recibe su hija en este centro es inviable, en un colegio ordinario, al menos con los recursos que hay hoy en día. «Hay muchos niños de educación especial que pueden llevar una vida relativamente normal, pero en este cole, la mayoría están gravemente afectados», apostilla la madre de Clara.

La Convención Internacional de Derechos de las Personas con Discapacidad de Naciones Unidas, ratificada por España en 2016, obliga a los Estados a acabar con los itinerarios alternativos, como el de la Educación Especial, que separa al alumnado con dificultades de aprendizaje.

Según cifras del Ministerio de Educación, en España hay 37.136 alumnos y alumnas en centros específicos de Educación Especial, más de un centenar están en los centros que hay en la provincia de León. El Cermi solicitó al Consejo Escolar del Estado que España cumpla sus compromisos internacionales y desarrolle la educación inclusiva. Un mes y medio después las asociaciones de madres y padres de centros de Educación Especial de León, como el Sagrado Corazón, de titularidad pública, y Aspace-León alzan la voz contra el cierre de estos centros. Su labor, dicen, es un puntal en la inclusión, en todos los ámbitos de la vida, de sus hijos e hijas.

«No somos centros gueto», aseguran en Aspace-León. Baños adaptados con diferentes tipos de inodoros, lavabos diseñados para que encajen las sillas de ruedas, clases con camas y colchenetas o zonas de descanso y cambios posturales que son vitales para la vida cotidiana de las personas con parálisis cerebral. Una sala de fisioterapia que a veces se convierte en un mini campo de fútbol. Las carrileras para las grúas facilitan la movilidad de los niños y también el juego con pelotas y el desplazamiento de los columpios donde los niños son tumbados boca arriba o boca abajo y hacen de supermán. «Es para trabajar el sistema vestibular (oído interno y cerebro)», explica el fisioterapeuta.

Las mesas de trabajo, las tronas para comer, andadores con un sistema de poleas, moldes de escayola para que puedan estar de pie y no se luxen la cadera, para los más pequeños, y bipedestadores para los mayores. Un exoesqueleto que favorece el inicio del paso, el motilo o molde como corsé de pelvis y tronco... Un sin fin de elementos adaptados cuyo coste puede ser de 5.000 euros, aunque los hay, como los moldes de escayola, que los hacen los ortopedistas a mano.

El colegio y las maestras se adaptan a la necesidad de cada niño y niña de educación especial. FERNANDO OTERO PERANDONES

En el aula 6, el maestro, Luis, está con tres alumnos. Cada uno hace una tarea diferente. Vanesa realiza algunas tareas de lectoescritura global muy básicas, Basma trabaja con cantidades y el otro niño mueve algunas piezas en una pizarra. Su edad es de 16 y 15 años y les adaptan algo de curriculum de infantil.

Vicky, en otro aula, desarrollan ejercicios de estimulación sensorial con Muna, Camino y Bianca. «Aprenden a través de todos los sentidos. Con las cajas sensoriales trabajan las texturas», explica. Muna tiene que colocar las plumas de colores en su correspondiente círculo. Se ha distraído con la visita y se equivoca, pero enseguida corrige. Lo tiene dominado.

«Yo pagaría un potosí porque mi hija hiciera esto», comenta la madre de Clara. Cada niño o niña son un mundo y no hay un único objetivo en cada actividad que realizan. «Trabajamos por proyectos y cada uno aprovecha lo que puede en matemáticas, motricidad... Con lo que mejor trabajan es con manipulación», explica la maestra. El método ABN se usa en centros de educación infantil y primaria en centros ordinarios y lo adaptan a sus necesidades.

En todas las aulas hay diferentes niveles porque «ayuda mucho a las relaciones sociales». En el Colegio La Luz de Aspace han introducido como innovación la visita de centros escolares ordinarios para su alumnado que tenga un contacto directo con los escolares del centro de educación especial y viceversa. «Les hace falta sobre todo a los niños de los centros ordinarios», señalan.

En el aula de logopedia Alicia trabaja con Vanesa con el programa PCEye, que funciona con ‘ratón de mirada’. La niña selecciona lo que le gusta con el ojo. Sabe lo que quiere, la música que le gusta y la tecnología con la ayuda de la logopeda le permite expresarlo. «Hasta Patri, una alumna con poco resto visual, es capaz de activarlo», comenta. Teclados adaptados, fichas, comunicadores sentables... el abanico de recursos es amplio.

«Somos un colegio de alto rendimiento de niños y niñas con grave discapacidad», señala el gerente de Aspace-León, Carlos Gil. «Este esquema no es trasladable a un colegio ordinario», asegura María Jesús García Álvarez. Apunta al núcleo de la cuestión económica, en primer lugar: «El coste de las adaptaciones, de la organización de actividades, de los profesionales, diseminados por distintos colegios, es inasumible», recalca.

Prefieren un centro que «atiende a todo el ciclo de la vida» que la idea, que les da vértigo, de ver a sus hijos e hijas «sentados en una silla de ruedas, en una esquina de clase, seis horas cada día». Mucho tendrían que hacer en los colegios ordinarios, admite esta madre, para que la escolarización de su hija en centro ordinario fuera una opción.

De momento, y al corto plazo que se ha planteado, 2020, no lo ven. Por eso se movilizaron ayer en León y prosiguen hoy las protestas en Valladolid. «La integración está muy bien, pero no queremos café para todos». En el Colegio de la Luz se quejan de las dificultades que ya tienen a día de hoy para conseguir reabrer el aula de infantil que se cerró el año pasado por falta de alumnado. «Ahora tenemos dos familias en espera y no nos autorizan el concierto. Nos piden cuatro. Y así nunca les tendremos», lamenta el gerente de Aspace-León.

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