CORNADA DE LOBO
Guerra del Copón
Maravillas y portentos son la peana que necesita toda religión para aupar ahí a su dios como el único verdadero; así se infla mejor la fe ciega o la populista porque nada hay más popular que lo inexplicable, el milagro, esa imperiosa necesidad del pobre o desesperado. Y los milagros salen mejor si vienen de una reliquia (piel-roja decir fetiche): a mayor importancia de la reliquia, así el portento o la sanación.
El cristianismo basó tanto su rápida expansión en las reliquias, que necesitó carros enteros para atender a todo templo nuevo o capilla en cuyo altar sigue siendo hoy preceptivo colocar reliquias de mártires (huesecillos, poca cosa), sin contar sus propios relicarios que en muchos casos son retablos enormes de cien hornacinas con cristalerías enjoyadas; o inventarlas con benditas patrañas y prodigios para atraer más devotos (se dice limosnas) a tal basílica o cual santuario (recordad la gran catedral de Moscú que guarda un cíngulo de la Virgen, ¡lavirgen!, y aún hoy se hacen largas colas de veneración; por no citar la marea de prepucios de niñojesuses que se dio).
Pero si hay una reliquia ridícula y patrañera para el creyente informado (¡qué dirá el no creyente!) es el famoso grial que alorió a arturos y templarios, excitó la codicia nazi y hoy alienta la vanidad académica y al buscaombligos novelador (aviso al corrector: póngase grial en minúscula, hay muchos, once oficiales y otros seis que lo intentan).
Y aquí vuelve esa copa como todo un copón bendito a reanimar el cotarro de la fe tolili (y el negocio que decaía) al sostener una tesis doctoral de la valenciana Ana Mafé García que el grial de León es auténtico al 33%, pero el de Valencia lo es al 99.9%... «por una décima no se prive usted, señora, redondee, no nos sea tan modesta», sugiere Peláez... y Octavito avisa, «mañana traigo algunas razones limpias para licuar el mito y un plan sensacional y televisivo: si «doctoras tiene ya el santo grial», que Margarita Torres y la valenciana se reten junto a la catedral a un duelo cátedro en leotardos y madreñas (o borceguíes), iniciándose así los fastos de esta Guerra del Copón».