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Tetumbo en Carrizo de la Ribera. 2019. DAVID CAMPOS Y ALBERTO FLECHA

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el retrovisor alberto flecha
León

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L lega el Carnaval y gira la rueda del tiempo desbocada. Llega el Antruejo. El Entroido. Vuelve esa fiesta tradicional que ya daba por muerta el antropólogo Julio Caro Baroja cuando publicaba, allá por 1965, su obra El Carnaval . Y vuelve más fuerte que nunca. Por toda la geografía provincial resucitan guirrios y toros. Campaneiros y zamarrones. Jurrus, pellejos y birrias. Allá el Antruido de Riaño con el Zamarrancas de Crémenes y el Herrero de Burón. Allí la Zanforrada de Omaña con sus zafarrones de caras negras como el culo del demonio. Y los campaneiros de la Cuesta despertando con sus badajos a esa tierra agonizante de la Cabrera. El viejo y la vieja. Los guirrios y toros de Velilla de la Reina con sus piruetas. Y cernada, mucha cernada, que marche con el viento el pasado en forma de ceniza.

Sí, llega el Carnaval y con él parecen resucitar figuras de otro tiempo. Sin embargo, a menudo pueden parecer que desfilan como un carrusel de personajes atávicos ante nuestros ojos extrañados. Unos ojos tan alejados del mundo que los vio nacer que hoy ya no los comprende. Esos que ven pasar ante sí unos personajes más del desfile, los que van entre las bailarinas de Río de Janeiro y la polichinela veneciana, condenados ya por nuestra civilización del consumo y el espectáculo.

Sin embargo, el Carnaval tradicional es algo más que sus fantásticos personajes. Como todas las fiestas antiguas adquiría su sentido más allá de su aparente objetivo lúdico: daba sentido a la comunidad implicando a sus miembros en una serie de ritos inexcusables. Las comidas, los juegos y las bromas y, en fin, todo un ciclo de actividades que se enhebraban en el lugar y en la vida del colectivo.

En este sentido, llama la atención el caso de Carrizo de la Ribera. La revitalización del Antruejo tradicional ha ido acompañado de la recuperación de muchos de sus rituales: el Domingo de Compadres y el Domingo de Comadres, la ronda del Viernes Llardeiro o el trago del Martes de Carnaval son algunas de esas celebraciones alejadas de los flashes y de la teatralidad a las que empezamos a estar acostumbrados en otros lugares.

Quizás hoy, cuando las comunidades rurales necrosan a nuestro alrededor y saltan todas las alarmas, es cuando más deberíamos aprender de todo esto. El sociólogo inglés Jock Young dejó escrito: «La identidad se inventa justo cuando se colapsa la comunidad». Cuando los lazos se rompen es fundamental volver a levantarlos. Sin ellos, el desarraigo y el olvido están asegurados.