Diario de León
Publicado por
GARCÍA TRAPIELLO
León

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Mientras suena ante las tapias del cementerio electoral el «pun, pun, pun» que resume el ideario de tantos partidos, repican campanas de gloria local con un «pan, pan, pan» celebrando el triunfo de un joven panadero leonés, Daniel Flecha, que acaba de traer a casa el título de «mejor panadero de España».

¡Alza el rabo, León!, decía la muletilla del orgullo local que podía adornarse, si era triunfal, con el voceado látigo de grada: ¡Aúpa, Flecha, triquitracatrá!... ¡trá! con su ¡a la bin, a la ban, a la bimbombán, nosotros, nosotros, y nadie más!... Con qué facilidad ponemos un «nosotros» o un «León» al éxito individual de un paisano que tendrá que rezar después para que tarde en llegarle la segunda mano de nuestros halagos: la envidia cochina y la difamación, tan baratas las dos... y espero que no quepa ahí mi «orgullo y satisfacción» por este reconocimiento; llevo una vida pregonando (me gusta demostrarlo llevando por ahí hogazas) que en tocando a panes tradicionales, a esta tierra no le pisa su gloria bendita ningún horno vecino o lejano por más que se pregonen candeales, boronos, fabiolos... o escandales, ya ves.

Adoro el pan. Y si se cae al suelo, lo recojo como un resorte y lo beso para que no se me revuelva la abuela Amada en la tumba. El pan es sagrado y resume en tres letras toda la comida, además de que con solo pan y agua puede cualquiera vivir un pilón de tiempo.

¿Que si me gusta el pan?... recuerda lo que te conté de Ramirín el de Adonina, mi héroe, el puto amo, que le confesó un día a su madre haberse comido casi dos kilos de polvorones que guardaba en una lata en el altillo del aparador... pero hijo mío, ¡¡animal!!, ¿cómo se pueden comer ¡¡dos kilos!! de polvorones?, dijo ella... y Ramirín confesó: bueno, a fuerza de pan.

¡¿Pan con polvorones?!... hasta cabe, prueba; y rescata el pan con onzas de chocolate, pan con nata y azúcar, pan con tocino, con tortilla, chorizo, uvas, tasajo... y a ese nieto modorro que hasta recorta la corteza del bimbo por parecerle dura, ni le invites mientras le pones cara sancha y relamida atacando un bocatón de lomo con pimientos.

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