Patorra y blonda

Me cuentan que se armó un pifostio bendito por la foto de portada del programa de Semana Santa de León en la que sale un trozo de mujer de cintura para abajo revestida de manola fina con zapatos de taconazo, falda corta de rodilla desnuda, medias negras, orlada su figura con las transparencias de su mantilla de blonda (falsilla) y con su rosario (de plata, naturalmente) reluciendo sobre el negro absoluto del conjunto, rosario cuyo cristo pendulea entre las piernas sobre la falda al bamboleo del andar (lo que se llama fe meneada)... y que ardieron las redes y el pebetero de la luz perpetua aunándose en el escándalo, mira tú, feministas y beatas, aquellas por la cosificación de la mujer percha y estas por ese toque cierto de porno-pasión que sugiere descaradamente la estampa, como de tía gótica y buenorra taconeando su devoción-fetiche o de viuda alegre muy echada a la calle planteando reconquista.

Los descreídos o ateos están encantados, ¡al fín un cartel sin sangre ni muerte!, un rasgo humano y sensual en esa orgía de torturas, desgarros, verdugos y capirotes, ya era hora; y, por supuesto, lo rematan con acervo popular: «lo que han de comer los gusanos, que lo vean los cristianos»... ¡alza el rabo, leona!...

Sin embargo, el mayor reproche que le cabe a ese cartel no se ha oído: que las manolas no son, ni mucho menos, rasgo de la tradición penitencial de esta tierra, que son de lejos y de anteayer, hace setenta años, cuando eran el lujo urbano de solo cuatro gatas queriendo distinguirse; y que hoy son 1.500 aquí, 2.700 en Zamora, 8.000 en Málaga... como peste en faldas y en esa «pasarela» que exactamente sugiere la desfilante de la foto de marras.

Sole, nuestra radical, dijo que al menos así se reconoce el creciente papel de la mujer en todo este tiberio místico-teatral de la santa semana y nos clavó su slogan adaptado: «La Semana Santa será femenina o no será», a lo que Peláez replicó que, si meten manolas en las procesiones, habrá que meter también «manolos» o la sagrada cosa de la igualdad se nos irá al puto carajo.