Alma blanca

E l negro que tenía el alma blanca». Muchos recordarán el título de esta novela, que también fue película. Contaba el drama de un hombre de raza negra, que era todo bondad, lealtad, honradez, limpieza de corazón. Un hombre bueno. Los cristianos celebramos por todo lo alto la primera semana de Pascua, en la que los que eran bautizados en la Vigilia Pascual, mantenían la vestidura blanca que se les había impuesto en ella. Un símbolo que hoy se repite con los nuevos bautizados. Por eso, a este domingo se le llama «In albis» , «en vestidos blancos». Esto significa que somos nuevos seres, llenos de transparencia y candor, nacidos de la Resurrección de Cristo. En este acontecimiento se asienta nuestra fe.

El triunfo de Jesús sobre la imperfección, la muerte y el sinsentido de vivir lo canta el Apocalipsis con imágenes llenas de fuerza y esperanza: «No temas. Yo soy el primero y el último, yo soy el que vive. Estaba muerto y, ya ves, vivo por los siglos de los siglos…» (II Lectura) . Algo totalmente inesperado y nuevo para los discípulos que viven en una casa de puertas cerradas y de miedos intensos. Ver a Jesús los conmociona fuertemente…, pero triunfará en ellos la alegría. Acogen la triple entrega de la Paz, que es la llegada del Reino. Se abren al aliento del Espíritu, como un vendaval que borra pecados. Pasan a ser pregoneros de que han visto al «Señor» (¡lo que este término significa en el Nuevo Testamento!) y así se lo comunican a Tomás, el que no acepta la novedad porque no estaba con los demás, pero que acabará por rendirse y proclamar su fe con frase que heredará la piedad popular: «¡Señor mío y Dios mío!» (Evangelio) .

Los resultados positivos se prolongarán en la comunidad primitiva: la bondad que todos admiran, una vida atrayente, la realización de los mismos signos sanadores de Jesús (I Lectura) . Ya todo es nuevo y bueno. Queda dar gracias a Dios por ello (Salmo) y echarnos a la calle con alma pascual, con alma blanca.