Diario de León
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Cada día su afán José Román Flecha Andrés
León

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S iempre nos asombra ver la plaza de San Pedro llena de peregrinos en la mañana del domingo de Pascua. Y siempre esperamos con interés el mensaje que en ese día el Papa suele dirigir «a la Urbe y al Orbe».

Este año teníamos el corazón encogido por los trágicos atentados perpetrados ese mismo día en Sri Lanka. Pues bien, en esta mañana de Pascua, símbolo de la «juventud perenne de la Iglesia y de toda la humanidad», el papa Francisco ha recordado el comienzo de su reciente exhortación «Christus vivit» dedicada especialmente a los jóvenes:

«Vive Cristo, esperanza nuestra, y Él es la más hermosa juventud de este mundo… ¡Él vive y te quiere vivo! Él está en ti, Él está contigo y nunca se va. Por más que te alejes, allí está el Resucitado, llamándote y esperándote para volver a empezar».

Así es. Nuestra fe nos dice que «la resurrección de Cristo es el comienzo de una nueva vida para todos los hombres y mujeres, porque la verdadera renovación comienza siempre desde el corazón, desde la conciencia. Pero la Pascua es también el comienzo de un mundo nuevo, liberado de la esclavitud del pecado y de la muerte».

Tras este mensaje de vida y de esperanza, el Papa fue deseando la paz para los países y regiones que sufren situaciones de guerra y de violencia: Siria, Oriente Medio, Yemen, Libia y otros países de África como Burkina Faso, Mali, Níger, Nigeria y Camerún. Recordó especialmente a los líderes de Sudán del Sur, que han vivido recientemente un retiro espiritual en el Vaticano. Además, mencionó a los habitantes de Ucrania, de Venezuela y de Nicaragua.

A la vista de todos estos escenarios de violencia, de injusticia y de dolor, el Papa ha desgranado un breve rosario de cinco deseos de paz y de justicia:

• Que ante los numerosos sufrimientos de nuestro tiempo, el Señor de la vida no nos encuentre fríos e indiferentes.

• Que haga de nosotros verdaderos constructores de puentes, no de muros.

• Que Él, que nos da su paz, haga cesar el fragor de las armas, tanto en las zonas de guerra como en nuestras ciudades».

• Que impulse a los líderes de las naciones a que acaben con la carrera de armamentos y la propagación de las armas, especialmente en los países más económicamente avanzados.

• Que el Resucitado abra nuestros corazones a las necesidades de los menesterosos, los indefensos, los pobres, los desempleados, los marginados, los que llaman a nuestra puerta en busca de pan, de un refugio o del reconocimiento de su dignidad.

Esta no es solamente un responsabilidad de los gobernantes. Todos podemos trabajar por la paz y la justicia. Haciéndonos eco del mensaje del Papa, los cristianos nos repetimos unos a otros: «¡Cristo vive! Él es la esperanza y la juventud para cada uno de nosotros y para el mundo entero. Dejémonos renovar por Él. ¡Feliz Pascua!»

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