La suerte echada

Cuando la suerte se echa, siempre hay alguien que se tumba encima. Y ayer España se echó a suertes. Votaron más de dos tercios (raro-raro, ¡cómo ardió el miedo!). Pero casi otro se quedó en su Flandes del Desengaño, territorio-sofá al que se exilia la real tercera España, la que está de vuelta o se siente de más o se ve de menos... y a la que nadie mira, ni siquiera ella misma, aunque hoy algunas ilustres cabezas alojen ahí su melancolía, tan literaria.

La profetisa de Matueca nos aseguró hace seis días que la suerte echada ayer no permitiría formar ningún gobierno fácil, que pasarían semanas mareando perdices enjauladas... y que habría que convocar nuevas elecciones... (¿nos devolverá lo cobrado o tendremos que pagarle el doble?)...

Pero hoy lo malo no es quién haya ganado o perdido ayer, sino los que salieron de las urnas engallados y, es de temer, con más de un chulito inaguantable: el independentismo catalán (con Esquerra poniendo a hervir la pota donde se entrecalla una república clueca), el nacionalismo vasco (no menos separatista, aunque curángano) y la ultraderechona que, en un espectáculo político español tedioso, saltó al corro pidiendo guerra para atraer al público que premia la gresca y pide porra o, peor, volver al Paco de la vieja rebaja («prefiero el vértigo de los patriotas y reaccionarios», incendió Calamaro), derechaza que ya se ve legitimada para dar mucha más guerra, ahora frontal, como los otros dos... y cada uno por su lado ganarán alguna otra batallita más (o cobrará por sus pactos o silencios) prometiéndose la batalla definitiva... e inmediata.... no lucirán paciencia.

Así que la España eterna vuelve a su menú: escudillas y escudellas... y a roer estaca aliñada con el vinagre del odio, con la sal en las heridas de la memoria y con aceite de ricino (cagalera).

Y cree Peláez que si el animalismo hubiera pillado escaño-altavoz, al menos estaría garantizada una legislatura de gallinero con alboroto, con un perro raza «ladrador» de mascota y, de rondón, la cabra de la Legión, tercio que también es muy de animales.