Diario de León

PERSONAJES SINGULARES

Un español inventó el traje espacial treinta años antes que la Nasa

El granadino Emilio Herrera, aviador, ingeniero, inventor y aventurero español diseñó la escafandra estratosférica en 1935, un equipo que pesaba 127 kilogramos.

Prototipo de traje espacial del ingeniero español Emilio Herrera (i) y del diseñado treinta años después por la Nasa. EFEVERDE

Prototipo de traje espacial del ingeniero español Emilio Herrera (i) y del diseñado treinta años después por la Nasa. EFEVERDE

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elena Camacho | madrid
León

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Cincuenta años después de que el hombre pisara la Luna por primera vez, viajar al espacio ha dejado de ser extraordinario y varias veces al año vemos cómo los astronautas van o vuelven de la Estación Espacial Internacional, donde hombres y mujeres de todas las nacionalidades trabajan desde hace 20 años.

Pero en 1969, conseguir que el Apolo 11 y su tripulación llegaran a la Luna y regresaran a la Tierra sanos y salvos no fue nada fácil.

Emilio Herrera examina la escafandra. EFE / AGENCIA SINC

Para llegar hasta ahí hicieron falta años de trabajo y un enorme (e incomprendido) gasto público, pero, sobre todo, fue esencial el papel desempeñado por unos cuantos visionarios que siempre creyeron en un futuro todavía inimaginable.

Uno de esos hombres extraordinarios fue Emilio Herrera, aviador, ingeniero, inventor y aventurero español que diseñó un prototipo de traje espacial treinta años antes que los ingenieros de la Nasa.

Pese a ello, lamentablemente, Herrera sigue siendo un personaje muy desconocido en España.

Hace pocos meses, el Gobierno —a iniciativa del ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, Pedro Duque— trató de devolver «el honor y la memoria» a este ingeniero granadino a quien la dictadura de Franco retiró la medalla de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales por razones políticas.

«Herrera fue un hombre excepcional, que se implicaba con fuerza y empuje en los proyectos que emprendía. Su historia me es muy cercana por mi formación y trayectoria», destaca en declaraciones a Efe el ministro (y todavía astronauta).

«Impulsado por la figura de su padre, que organizaba ferias y espectáculos científicos en Granada a finales del XIX (trajo los primeros globos aerostáticos de Francia, por ejemplo), Emilio se interesó desde muy joven por la ciencia», detalla a Efe, Juan F. Cabrero Gómez, físico del Laboratorio de Instrumentación Espacial Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA).

La falta de facultades científicas en España le obligó a completar su formación por la vía militar, en la recién creada Academia de Ingenieros de Guadalajara que nació con un gran espíritu científico y experimental.

Ahí trabajó con los globos aerostáticos, donde aprendió a pilotarlos, y se habituó a utilizarlos para campañas científicas como la observación de los cambios en las capas altas de la atmósfera durante un eclipse solar, en Burgos (1905).

«Durante ese tipo de pruebas se dio cuenta de que subiendo en globo se observaban cosas que no se apreciaban desde tierra pero, en ese momento, técnicamente, la única manera de hacerlo era hacerlo desde una barquilla presurizada», relata Cabrero.

A partir de ahí, Herrera no dejó de pensar en un método que permitiera a los hombres superar la atmósfera y mantener la movilidad de manera autónoma, «pero para eso hacía falta una nave espacial adaptada al cuerpo, es decir, un traje espacial».

Escafandra estratosférica

Entre 1915 y 1930 se dedicó en cuerpo y alma a la investigación aeronáutica y al diseño de una «escafrandra estratosférica» que le permitiera llegar a las capas más altas de la atmósfera.

En 1935, cuando Herrera hizo las pruebas de resistencia, su traje resolvía todos los retos del momento: permitía total movilidad, protegía de la radiación solar, resistía los cambios de temperatura y las presiones extremas, y suministraba oxígeno gracias a una botella con autonomía para más de dos horas.

El equipo completo ideado por Herrera pesaba 127 kilos, tan solo tres kilos menos que los trajes que llevan los astronautas de la Nasa desde 1982, y llevaba incorporado un caso de chapa de acero, forrado de fieltro y recubierto de aluminio pulimentado.

Además, el casco contaba con un sistema de comunicación radiotelefónico y con un triple cristal irrompible con filtros que protegía a la vista de la luz ultravioleta y los ultrarrojos.

El traje estaba hecho con una superposición de capas: una primera de lana, otra de caucho, una tercera de lona reforzada con cables de acero y una última capa reflectante de plata para evitar el calentamiento.

Actualmente, los trajes espaciales son blancos (para reflejar el sol), están hechos con nailon y poliéster, cuentan con un aislamiento térmico de última generación y están acabados con nomex, un material blindado, ignífugo, impermeable que les permite soportar temperaturas de entre 136 y -150 grados centígrados.

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