Diario de León
Publicado por
Liturgia dominical Jesús Miguel Martín Ortega
León

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E stos tiempos nuestros, mal llamados posmodernistas, serán recordados por la mediocridad generalizada. Hemos pasado, por ejemplo, de popularizar la Universidad a inundarla de apatía: no hace muchos años, me decían mis alumnos de la Facultad de Educación que la «verdad» no existe, que ellos iban a la Universidad a conocer «opiniones». Tal vez por ello vivimos saturados de opiniones y carecemos de verdades que sostengan y humanicen nuestra existencia.

Cuando el objetivo es igualar, lo fácil es pretenderlo por abajo. El resultado pronto se reconoce en el empobrecimiento de valores, en la degradación de comportamientos y en la normalización de situaciones que no soportan un mínimo juicio ético.

No parece que cercenar posibilidades de desarrollo o rebajar expectativas sea lo más adecuado. Se nos llena la boca con la palabra «excelencia» en la educación, en el deporte, en la ecología, mientras que rebajamos el alcance de nuestra mirada.

La fuerza del Evangelio de Jesucristo está justamente en elevar nuestra mirada, en proponer una moral de máximos, en exigir darlo, todo para tener una existencia plena. No basta con nuestra capacidad para alcanzar lo que necesita y demanda el corazón. Es preciso seguir el consejo de Jesús: «Vosotros quedaos en la ciudad hasta que os revistáis de la fuerza que viene de lo alto» (Lc 24, 49b). Para ello, provocó una doble experiencia: «los sacó hacia Bet-ania», hacia la«casa-de-los-pobres», pues en la casa de los autosuficientes siempre hay hartura y mirada miope; y además, «los bendijo, se separó de ellos, y fue elevado hacia el cielo», bendición y separación que tira de todos hacia arriba.

Si el Señor, que es nuestra cabeza, ha ascendido a lo más alto, nosotros, su cuerpo, alcanzaremos esa misma plenitud de vida. Esta es la certeza que celebramos en la solemnidad de la Ascensión del Señor a los cielos. Que los polluelos sueñen con ser águilas, aunque los aguiluchos se acostumbren a no volar en el corral.

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