Ibarreche diche...

Ahora que parecía olvidada su astuta ocurrencia de Secesión con Plan, viene Ibarreche (Ibarreche, Ibarreche, si no sabes torear, pa qué te meches) diciendo que hace 2.000 años no existían Francia ni España, pero sí existían el pueblo vasco y el catalán... y viniéndose arriba añadió «no sé qué instituciones jurídico políticas verán nuestros hombres y mujeres dentro de 2000 años; no sé si Francia seguirá siendo como es o si el Estado español seguirá siendo como es, pero estoy convencido de que existirán el pueblo vasco y el catalán»... tate, esas dos gentilidades anteriores a toda historia, ese ombligo de Europa, esa madre del cordero de la Euskadi Madre y del Gran Culé... y no se atrevió a decir quién descubrió la manteca asada porque en ese tema hay discrepancias entre los tontilistos del chistu y los joteros de la tenora.

El pueblo vasco y catalán ya existían, ahí queda eso. Nadie se lo niega, pero ¿no existían entonces más pueblos en la península?, ¿de qué nos suena el pueblo íbero, galaico, cántabro, astur, lusitano, turdetano, vacceo, ilergete...? Por lo mismo, yéndose atrás tanto tiempo, pudo Ibarreche hacer dogma el chiste que asegura que «Jesuscristo era vasco... ¿?... pues es Dios y hombre a-la-vés».

Soltó su sarta el ex-lehendakari en un acto público ante Roger Torrent, president del Parlament de Catalunya, que anteayer visitaba el País Vasco concomitando, trenzando, urdiendo... por eso Ibarreche insistía en que los caminos de catalanes y vascos son «distintos», pero están «ligados» (y las vírgenes de Begoña y Montserrat, ¡primas hermanas!, que también el Cielo está metido de hoz y cruz en estas hostias con sus sacristías «enlazadas» y mucho cura trabucaire de homilética indepe).

Lo malo de esta exaltación de raza y diferencia no es que, a fuer de repetirla, el tonto de allí o allá se la crea para así sentirse superior. Lo terrible es que mañana le saldrán imitadores entre galaicos, cántabros, astures o aragoneses ilergetes no dispuestos a quedarse atrás en este delirio de sacar pecho y picha hasta vocear, por ejemplo, un «¡alza ese rabo, León, y ábrete, España!».