Una travesía de ida y vuelta
Catecumenado de adultos y apostasía. Casi doscientos leoneses se han bautizado en la edad adulta en los últimos quince años al tiempo que casi un centenar han renunciado a pertenecer a la Iglesia católica. La travesía por la fe puede ser un viaje de ida y vuelta. Los protagonistas cuentan en este reportaje sus motivaciones, como David González que decidió bautizarse a los 24 años tras informarse de otras religiones..
carmen Tapia | león
El 63% de recién nacidos reciben el bautismo durante los primeros días de vida, según los datos de la Conferencia Episcopal. Las familias de 37 de cada cien nacidos opta, sin embargo, por dejar que la decisión de recibir el sacramento de la Iglesia católica se tome en la edad adulta. El catecumenado de adultos está pensado para que las personas que alcanzan la mayoría de edad del discernimiento, en torno a los siete años, que desean recibir el bautismo se incorporen a la Iglesia. En León dieron ese paso 180 personas en quince años, según los datos del Servicio Diocesano para el Catecumenado de Adultos de la Diócesis de León.
Pero también hay personas bautizadas en la infancia que, en la edad adulta, deciden dejar constancia de su renuncia a pertenecer a la fe católica. En el registro oficial del Obispado de León hay un centenar de personas (97) que han apostatado en León en diez años, informan desde la Cancillería de la Diócesis con datos del registro de apostasías. La apostasía es un procedimiento canónico por el que una persona manifiesta su renuncia a la fe y deja de pertenecer a la comunidad cristiana, circunstancia que provoca una inscripción de baja formal y efectiva de la que queda constancia en los registros diocesanos.
Este viaje de ida y vuelta tiene diferentes motivaciones. «La llamada de Dios viene por muchos conductos», asegura Juan Ignacio Sánchez, responsable del Catecumenado de Adultos de la Diócesis de León. «Lo que estamos notando es que hay muchos niños de entre 7 y 14 años que no están bautizados y piden hacer la primera comunión». En el año 2018 hicieron la primera comunión en León 1.698 personas, la mayoría menores de edad, un descenso comparado con los 2.022 que la hicieron en 2009, según los datos del Obispado.
David González Pérez tiene 24 años y en abril, en la Vigilia Pascual, en la Catedral, recibió el bautismo, la confirmación y la comunión en una ceremonia que culminó tres años de preparación. El catecumenado es un tiempo prolongado en el que los candidatos reciben instrucción pastoral. «Mis padres no me bautizaron. Siempre supe que tenía que haber algo más, era una sensación, una llamada interior. Sentía que todo esto no podría estar aquí por casualidad». Entonces se decidió a investigar, leer todo lo que caía en sus manos sobre religiones. «Mi mejor amigo es musulmán y también me interesé por esa religión, pero solo me dio respuestas el catolicismo. Me leí el Antiguo Testamento, la vida de los santos, pero seguía con dudas. Dudaba, por ejemplo, todo sobre la Virgen, formulaba preguntas a mi padre que empezó a recomendarme lecturas». Confiesa que el camino para tomar la decisión no fue sencillo.
El catecumenado de adultos tiene unas normas y un proceso que requieren trabajo y estudio antes de llegar al bautismo. «Cuando llegó a mí lo vi muy convencido, pedía el bautismo, estaba seguro e iniciamos el proceso», explica Juan Ignacio Sánchez, su instructor
«Mis amigos me preguntaban que para qué. No lo entendían. La fe no se puede modificar ni adaptarla a lo fácil. En pocos meses me aclaré». David Gómez dio el paso, una decisión que sus amigos no entienden. «Lo tengo claro y me da respuestas».
Apostasía
El mismo paso, pero en sentido contrario, que dan en León las personas que apostatan.
«Al tiempo que le comunico todo lo precedente, también le quisiera dejar constancia de que la Iglesia siempre estará dispuesta a acogerle de nuevo si en algún momento reconsiderase su decisión actual». Así se despide el secretario general del Arzobispado de Oviedo, tras anunciar a Carmen que su decisión de apostatar ya está en el registro.
«Vengo a apostatar». Así se presentó Carmen en la oficina del Obispado. «Tras la sorpresa inicial, me pasaron a una sala y me preguntaron si estaba segura. Les dije que sí. Me preguntaron si era consciente de lo que quería hacer. Les dije que sí. No quise dar más explicaciones pero me negaba a estar en una Iglesia que no me representaba. Oía cosas que no me gustaban. La mitad de la gente no es creyente pero la Iglesia católica dice que tiene un montón de fieles, yo no quería ser una».
Según la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) del mes de febrero, el 66,5% de la población se declaran católicos, el 16,1% no creyentes y un 10,7 % dicen ser ateos.
«Tuve que rellenar un impreso y lo entregué personalmente», explica Sonia. «Cuando presenté mi petición para apostatar habló conmigo una persona del Obispado. Me preguntó si me lo había pensado bien. Yo les dije que sí, que no tenía ninguna creencia religiosa, ni católica ni ninguna otra. Me dijeron que llegaría a mi casa una notificación y llegó con acuse de recibo. No soy creyente. No puedo ser socia de un club del que no me siento parte».
Las consecuencias de la apostasía son: la exclusión de los sacramentos, la privación de las exequias eclesiásticas a no ser que antes de la muerte se hubiera dado señal de arrepentimiento, exclusión del encargo de madrina o padrino para el bautismo y la confirmación, y la necesidad de licencia para la admisión al matrimonio canónico.