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UN DÍA PARA RECORDAR A LOS MIGRANTES

Un éxodo a vida o muerte

León refugió a 400 personas en . el último año procedentes de países en conflicto. Llegan protegidas por Accem, Cruz Roja y la Fundación San Juan de Dios. Hoy, el Día de las Personas Refugiadas, relatan sus éxodos..

Gustavo Omaña, venezolano

Publicado por
carmen Tapia | león
León

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Eligen vida, aunque perder las raíces sea morir con la esperanza de renacer. «Me siento como un árbol al que han arrancado de la tierra y lo trasplantan en otro lugar. Nunca se sabe si volverá a ser fuerte o morirá». El venezolano Gustavo Omaña, de 47 años, resume así su estado vital. Salió de su país hace un año, a pie. «Era un río de 30.000 personas con miles de problemas. Estamos perseguidos por la policía de Nicolás Maduro por participar en manifestaciones en contra de su política». Tras él llegó en avión su mujer, Niky Moya, de 32 años, embarazada y con un hijo de tres años. En León nació su segunda hija. «Huimos de la tensión política, de la falta de alimentos y de medicinas. Temíamos por nuestros hijos. Hemos visto a gente con enfermedades graves que se quedan sin medicamentos». El matrimonio ha solicitado la protección internacional y su caso está en evaluación.

Cuatro millones de venezolanos abandonaron el país desde 2015. Una cifra que engrosa la lista de los fríos números del éxodo mundial, que suma el triste récord de 70,8 millones de personas refugiadas en 2018. León acogió en el último año a 400 personas bajo el paraguas de la protección de los programas de Accem (190 personas en 2018 y lo que va de año), Cruz Roja (99 personas solo en lo que va de año) y la Fundación San Juan de Dios, con un programa nuevo de acogida en León en funcionamiento este año (30 personas y otras 30 que llegarán en julio y agosto).

Toni Luta, República del Congo. FERNANDO OTERO

Detrás de cada número hay una historia de dolor y miedo, como el que todavía se lee en los ojos de la congoleña Tania Luvanga, de 35 años, que huyó con su marido de la República del Congo hace un año y tres meses. Su marido, Toni Luta, de 43 años, es un activista de los derechos humanos en su país. «Un día llegó la policía a la peluquería de mi mujer. Preguntaron por mí, me apuntaron con una pistola en la cabeza y me taparon los ojos. Me llevaron en coche a un lugar en el que estaban otros compañeros. Sabía que me matarían». Sin embargo la suerte hizo que un familiar, militar del ejército congoleño, lo ayudase a escapar. «Como no sabían donde estaba fueron a casa de mi mujer». Una nube cubre la mirada de Tania. «Me agredieron sexualmente», dice llorando. Y relata una noche de pánico en la que golpearon hasta casi matar al hermano de su marido. Con la ayuda del familiar, seis días después estaban ya juntos fuera del país. «Fuimos a Río de Janeiro y después a Madrid. Pasamos seis días en el aeropuerto. Pedí asilo político y nos desplazaron a León». Ahora rehacen su vida con Accem gracias al Programa de Protección Internacional. «Lo que más valoro de León es la paz. Espero trabajar y tener aquí hijos».

La psicóloga de Accem, Mari Sol de la Fuente, destaca las consecuencias del estrés postraumático. «Dejan su país, perseguidos, dejando sus cosas y sin poder despedirse de sus familias, cuando llegan se enfrentan a siete duelos: social, familiar, de clima, olores y alimentos, idiomas y laboral. El futuro es incierto».

Katia Liebl, Nicaragua. FERNANDO OTERO

Las personas escapan de la muerte. Juan (nombre ficticio) dejó Colombia junto a su pareja huyendo de las palizas por su condición sexual. «Elegí España porque es el país en el que más se respetan los derechos LGTBI». Ahora está protegido por Cruz Roja, igual que Ada (nombre ficticio), que huyó de Palestina con su familia hace 8 años. «No hay derechos humanos en Palestina, ni sanidad, ni alimentación, nada». Tras recorrer nueve países, lleva en León 45 días.

Fátima tiene 33 años y huyó de Siria hace cinco con su marido y sus 5 hijas, una con discapacidad. «El motivo fue la guerra, el miedo por mí y por mis hijas. Si salía a comprar algo me arriesgaba a no volver». Su marido era panadero y carpintero. Están en la primera fase de acogida y dentro de un mes pasarán a la segunda en la que podrán vivir en un piso independiente. «Todo el mundo sabe lo difícil y lo cruel que es separarse de la familia. Mis padres y mis hermanos están en distintos países. No puedo explicar con palabras lo que significa vivir en paz. Aquí estamos seguros».

Para hablar con Fátima y Al Haloul también sirio, actúa como intérprete Sufián, educador social de San Juan de Dios. «Salimos de noche para evitar las bombas», cuenta Al Haloul, de 35 años. El miedo está en todo el relato de este taxista y trabajador del campo. «La guerra no discrimina. Ya puedes ser grande o pequeño hace que tengas piernas para correr». Cada uno pagó 50 euros para salir del país. «La oposición y el ejército del Gobierno se ponen de acuerdo. Si les pagas te dejan salir. Teníamos preparadas unas bolsas pero solo pudimos coger dos. Pensábamos que estaba la ropa, pero había productos de limpieza. Caminamos dos horas, cogimos un coche y entramos en Jordania en pijama. Lo recuerdo con vergüenza». La familia tiene protección subsidiaria a renovar cada cinco años. «Estoy agradecido a la Fundación San Juan de Dios. Les considero mi familia».

Katia Liebl tiene 24 años. Es de Nicaragua. Llegó a León hace cuatro meses embarazada y con una hija de 7 años. «En 2018 empezaron las protestas en la calle. Apresaron a mi hermano y a mí me buscaban. Tuve que huir». Nicaragua atraviesa desde 2018 una crisis que ha dejado 325 muertos, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Grupos locales elevan esa cifra a 593 y que el Ejecutivo reconoce 199 y denuncia un intento de golpe de Estado, informa Efe.