EL HOGAR DE LOS EXTREMOS
El estado de California cuenta con una gran cantidad de Parques Nacionales y Naturales, entre los que podemos encontrar al Parque Nacional de Yosemite o Death Valley, dos de los más visitados en Estados Unidos junto con el del Gran Cañón del Río Colorado y el mítico hogar del oso Yogi, Yellowstone. El Valle de la Muerte -Death Valley-, por su parte, cuenta con una gran diversidad paisajística. Podemos encontrar, desde milenarios lagos salados hasta gigantescas dunas desérticas, pasando por profundos cañones y grandes montañas de más de 3.000 metros de altitud.
EL LUGAR DE LA «FIEBRE DEL ORO»
Por ello, este entorno es característico por los extremos, es decir, podemos encontrar desde el punto más bajo a nivel del mar del país y el lugar más seco y caluroso del mundo. También encontraremos picos nevados en la época invernal. Catalogado como el parque más grande del país —sin contar Alaska— con una extensión de más de 13.500 metros cuadrados, este enclave natural ha sido escenario de múltiples filmes, entre los que destacan dos episodios de la conocidísima saga el IV y el VI.
En 2018 pasaron por el lugar más de un millón y medio de personas, marcándose así su récord desde que fue nombrado como Monumento Nacional en el año 1933. Se encuentra situado en el límite de la frontera entre el Estado de California y el de Nevada, por lo que lo habitual es que quien lo visita haga también una parada en el Parque Nacional de Yosemite y se acerque a la ciudad del juego, Las Vegas —a 240 kilómetros al este—.
Otra de las consecuencias de su situación geográfica es que las inmensas cordilleras que lo rodean frenan cualquier tipo de nube y, por ello, la lluvia, lo que colabora para que la zona conforme ese paisaje desértico y seco que presenta. Consecuencia de que también sea considerado como uno de los lugares más calientes de la Tierra.
El valle vivió a principios del siglo XX la denominada «fiebre del oro», una época en que California vivió una llegada masiva de emigrantes buscando ese preciado metal. El entorno contaba con gran cantidad de minas de las que se podía extraer también plata, por lo que los buscadores se dejaban la vida, literalmente, intentando horadar zonas de ese valle para conseguir los metales. Pero no todos tuvieron suerte y de ahí también el nombre que recibe: Death Valley.
Entre su fauna podemos encontrar desde lagartijas, serpientes o arañas, hasta burros, zorros y coyotes. Mientras que la flora, debido a las condiciones climatológicas no es de sus elementos más característicos. Étnicamente hay que destacar la tribu indígena de amerindios que viven en esas tierras: los timbisha shoshone.
LEYENDAS Y CIUDAD FANTASMA
Estos fueron los primeros habitantes de Death Valley. Cuando fue declarado Parque Nacional perdieron parte del terreno que habían poseído durante los últimos 1.000 años, que es el tiempo que llevan habitando esta zona y en 1983 el Gobierno de Estados Unidos se lo reconoció. En la actualidad, el Servicio Nacional de Parques lleva a cabo la tarea de cuidar estos terrenos y de todos sus habitantes, desde personas hasta toda la fauna de la zona.
El cambio climático está haciendo cambiar el entorno y desde la web de este Servicio indican: «con un futuro incierto, el aumento de las temperaturas y un cambio en las precipitaciones, puede variar también el hábitat y sus condiciones. De esta manera, los animales se verían obligados a buscar un nuevo hogar y adaptarse a él o podrían acabar extinguiéndose».
Además de ser un espacio natural increíblemente bello, el Valle de la Muerte guarda muchas historias para los curiosos. Por ejemplo, la de un joven de ascendencia vasco-francesa, Pete Aguereberry, que consiguió hacerse con los derechos de explotación de una mina de oro en este lugar, según cuenta el Servicio Nacional de Parques.
Todo ello después de casi morir al intentar cruzar el desierto de Death Valley. A su mina la bautizó con el nombre de Eureka, la construyó y explotó el solo durante casi 40 años. Al final fue ayudado por su sobrino, pero nunca consiguió hacerse rico.
En estas historias y leyendas están presentes también las ciudades fantasma como Rhyolite (Nevada),una de las más importantes de la zona que surgió en 1904. Contaba con bancos, hoteles, distintas tiendas y sus ciudadanos llevaban vidas muy activas, organizando partidos de béisbol, de tenis o celebrando bailes, entre otras actividades. Sin embargo, esta alegría duró poco, puesto que la mina que había en la zona tenía una vida limitada que fue consumida y, tras el pánico financiero que afectó a Estados Unidos en 1907, llegó el fin de la localidad pues sus habitantes comenzaron a marcharse. Su último habitante fallecería en 1924. En definitiva, Death Valley es una parada que no debería faltar en un viaje por la costa oeste de Estados Unidos.