Siete días trepidantes
Un atronador silencio procedente de los principales dirigentes políticos españoles ha presidido estos días esencialmente festivos del ‘ferragosto’: ¿dónde estaban Sánchez, Casado, Rivera, Iglesias, dónde estaban Borrell o Nadia Calviño mientras estallaba la crisis del Open Arms’, mientras las autonomías hacían saber su miedo a quedarse sin poder pagar nóminas en diciembre, mientras los tambores de una nueva gran crisis económica sonaban, aún lejanos, mientras la amenaza del retorno del peronismo en Argentina de la mano de Fernández&Fernández aterraba a las empresas españolas?
La política ante los micrófonos, con la refrescante excepción de la ministra de Defensa, Margarita Robles, que se atrevió a lanzarse contra el ministro del Interior italiano, ha quedado en manos de segundos escalones o de dirigentes periféricos: Cayetana Alvarez de Toledo, Isabel Díaz Ayuso, Ignacio Aguado. Nos han hablado de planes para Madrid, de rechazos a unirse (la plataforma proyectada por el PP ‘España Suma’ no ha gustado a Ciudadanos), les hemos visto en algunas fiestas populares. Pero la incertidumbre del país ante su futuro sigue. Las aprensiones ante lo que pueda ocurrir este septiembre en Cataluña se adensan. Y, ante todo esto, un silencio espeso, sin duda matizado por muchas conversaciones telefónicas secretas en busca de hilvanar acuerdos de cara a una investidura que se presenta, estando tan próxima, muy lejana.
Supongo que estamos en las últimas horas de tanta boca callada. Este lunes reaparece Pablo Casado en la ceremonia de toma de posesión de Isabel Díaz Ayuso como presidenta de la Comunidad de Madrid. Supongo que pronto Sánchez nos hará partícipes de sus meditaciones en Doñana (debería ofrecer una rueda de prensa tras el Consejo de Ministros del viernes, pero, claro, ya sabemos que a los presidentes españoles les gustan poco las ruedas de prensa) y confío en que Pablo Iglesias nos anuncie de manera inminente qué piensa hacer de cara a la posible sesión de investidura de Sánchez el mes próximo. Porque ya solo queda un mes y cinco días para que caduque el plazo fatídico y tengamos que regresar a la casilla de salida: cuartas elecciones generales en cuatro años.