La aventura en el huerto
Aprendiendo a ser sostenibles
Un grupo de veinte niños y niñas aprenden a plantar un huerto en la Fundación cerezales. El objetivo es concienciar a las nuevas generaciones del impacto medioambiental de productos que ya se encuentran en los cultivos de León
Un pimiento importa, y mucho. Si no es de la huerta de León, y hay que trasladarlo desde países que están a 3.000 kilómetros de distancia, presentarlo en la mesa tiene un coste ambiental estimado de 634 kilos de emisión de CO2, según el informe de Amigos de la Tierra. Veinte niños y niñas de entre 6 y 12 años aprenden a alimentarse y cultivar la tierra de una manera más sostenible. La mayoría están de vacaciones en el pueblo, pero durante el año viven en capitales mucho más pobladas.
La Fundación Cerezales, en Cerezales del Condado, les ofrece durante cinco días la oportunidad de vivir una ‘Aventura en el Huerto’ un taller impartido por José Alberto Centeno Reyero, colaborador del grupo ‘Hacendera abierta’, maestro jubilado y aprendiz de hortelano; y José Luis González Macías, diseñador gráfico en el que siempre están presentes la relación del diseño con el medio natural y el territorio.
«Se van a ensuciar las manos con la tierra». José Luis González es un defensor de los huertos comunales, una alternativa a los tradicionales y más factibles en el medio urbano. «En Madrid están creciendo mucho este tipo de huertos. La gente ocupa suelos en desuso y se organiza para crear huertos en la ciudad», una idea que intentó impulsar en León a través de La Cooperativa, una asociación que ya no está en activo pero de la que han surgido nuevas ideas de alimentación y consumo sostenible en León.
Los maestros
«Nos dimos cuenta de que en León la gente que está interesada en los huertos ya los tiene, sobre todo porque casi todo el mundo tiene un pueblo y un pequeño terrero», asegura. Su apuesta en este taller en enseñar a los niños y niñas participantes a involucrarse en la cultura del huerto ecológico. «Harán un cuaderno de huerto para apuntar las fases, las normas, las herramientas necesarias y la rotación de cultivos». Como diseñador, además de su interés por un comercio más justo de los alimentos, dirigirá a los menores a la confección de un espantapájaros y un mural en el huerto de Fundación.
El consumo de productos de proximidad reduce la contaminación. Algunos productos importados por España deben viajar una media de 3.000 kilómetros hasta León para llegar del productor al consumidor. Así queda reflejado en el informe de Amigos de la Tierra, elaborado por las universidades de Pablo Olavide, Sevilla y Vigo, con la colaboración de la Fundación Biodiversidad y el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente.
El gráfico que acompaña a esta página recoge una estimación de lo que contamina importar alimentación, cuando León cuenta con productos de calidad que son de proximidad y tienen un menor impacto ambiental. «Es el comercio justo. En el producto de proximidad se paga un justo precio al productor. En el importado, además de contaminar más por el transporte, se le paga menos al productor y hay verdaderos desastres en el medio natural», destaca José Luis González.
Alberto Centeno en su huerto del Castro del Condado. DL
Cualquier gesto ayuda para concienciar. Plantar un grano en una maceta en la terraza ayuda a introducirse en una cultura que no deja de ser una vuelta a lo natural. «Hay una tendencia cada vez más creciente en cultivar uno mismo algunas verduras. Cada vez nos concienciamos más de la importancia de la alimentación», asegura González Macías.
En esta aventura le acompaña Alberto Centeno. Este maestro urbano jubilado optó por una vida más rural en Castro del Condado y ahora se dedica al cultivo. «Creo que una solución para fijar población en el medio rural es poder vivir de cultivar una pequeña extensión no superior a una hectárea con productos de temporada. Lo ideal es que un comercio local los venda, pero todos vemos como las grandes superficies acaban con el comercio de proximidad». Para Centero, los cinco días de taller con los niños y niñas en la Fundación Cerezales son una herramienta positiva para «un primer contacto con la naturaleza y el medio ambiente». Los menores participantes, procedentes de ciudades como Madrid, Zaragoza o León, han tenido poco contacto con la naturaleza. «Esperamos meterles en esta aventura», confía Centeno.
Además del aprendizaje teórico de la elaboración de un cuaderno de campo, los niños y niñas dispondrán para su aprendizaje del huerto de la Fundación Cerezales, en el que pondrán en práctica conocimientos como cultivos con asociación de plantas —las que pueden plantarse unas al lado de las otras porque son compatibles a la hora de consumir nutrientes a la tierra— rotación de cultivos, la función de los insectos. «Trabajar el huerto, bien en el medio rural, bien en el medio urbano, es una aventura que viviremos mediante prácticas activas».
Centeno espera despertar la concienciación en los menores. «La gente joven ya no se interesa por los huertos porque esa concienciación está muy relacionada con los hábitos alimenticios y los adolescentes no tiene esa conciencia de lo que comen y de dónde vienen esas verduras y hortalizas».
Los alumnos entrarán de lleno hoy en la tierra para empezar a cultivar un pequeño espacio con todas las técnicas necesarias para poner en marcha un pequeño huerto aunque sea en la terraza o jardín.