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Publicado por
León

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nicolás miñambres

La juventud de Enrique Criado sorprende con la lectura de El paraguas balcánico, un paseo sin protocolos: no es su primera obra ni su primera experiencia literario-itinerante, ni su actividad diplomática. He ahí sus impresiones: «la llegada a Bulgaria asegura un cierto grado de confusión hasta al más pintado. Lo peor de todo es que lo hace a traición, bajo la apariencia de lo conocido». Ese dato, precisamente, dignifica la acción narrada. Se advierte en el subtítulo: Un paseo sin protocolos. Y no se olvide que un libro de viajes, como es este, viene acompañado de una Bibliografía y filmografía mencionadas en el libro, aparato crítico que no suele ser habitual.

La obra responde al viejo concepto estructuralista de sincronía y diacronía. Si el autor expresa con precisión personajes, paisajes y sensaciones de la actualidad europea, en otros casos los relaciona diacrónicamente. Estas observaciones no son sólo humanas y actuales. Muchos nombres son patrimonio del pasado, de los años previos, por ejemplo, a la Guerra Civil española: intelectuales y políticos prestigiosos que matizan y documentan adecuadamente lo narrado. Recordemos algunos, como los antiguos Atathur o el papa Vojtyila. O conocidos por otra actividad, como Luis Bassat, García Margallo, Luis Tobío, Julio Palencia, Diego Saavedra…por citar algunos ejemplos. No está lejano el nombre de los hermanos Laurence Durrel, tan sugestivos e inesperados en su vida social y diaria. Mención especial merece la extraordinaria intelectualidad de su joven amigo Muhamed Mesic, cuyo saber está, de alguna manera, reflejado en un detalle lingüístico: con veinte años domina treinta y cinco idiomas. Así se explica que el autor finalice su obra con una elegante confesión: «Confío en haber sabido transmitir y reivindicar mi visión positiva, siempre acechada por la acusación de ser cándido…».Son pruebas orientadoras de la personalidad de Enrique Criado.

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