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Publicado por
León

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El pasado 1 de junio, la ciudad de Madrid acogió la final de la Champions League entre Liverpool y Tottenham y uno de los grupos musicales escogidos para amenizar las horas previas al partido fue la Nola Brass Band, un proyecto nacido en la capital española gracias al impulso del batería berciano Rubén Cuadrado. Con un sonido en el que «todo el peso lo llevan los instrumentos de viento», la banda combina las actuaciones en salas con otras en formato de ‘marching band’ con las que recorren las calles honrando a la tradición que da origen al género brass, que literalmente significa latón, en referencia al material con el que se fabrican los instrumentos.

Fusionando el estilo tradicional de Nueva Orleans —Nola, en la abreviatura utilizada por los norteamericanos—, con temas más modernos cercanos al funk y al jazz, la banda se ha convertido en uno de los máximos exponentes españoles de esta música festiva ligada a la tradición mestiza originaria de la desembocadura del río Misisipi. El espíritu de esta música proviene de los rituales funerarios tradicionales en la zona, la única francófona en el territorio de Estados Unidos, donde «la muerte se festeja», asegura el berciano.

«Delante va el carro con el difunto y justo detrás la banda», explica Rubén, que señala que de ahí surge el término ‘second line’ con el que se conoce en la actualidad a los desfiles que acompañan a las actuaciones callejeras de este género musical. «En el viaje hasta el cementerio se toca música solemne y una vez realizado el entierro comienza la música festiva», apunta el batería de la Nola Brass Band, que indica que la canción Just a closer walk with thee supone un ejemplo claro de esta tradición, con una primera parte solemne a la que luego se le dobla el tempo para que comience la fiesta. Otro ejemplo clásico para ilustrar este estilo musical es el himno góspel When the saints go marching in.

Probando suerte en Madrid

Tras pasar su infancia en la localidad de Villaverde de la Abadía, con 18 años recién cumplidos, Rubén empaquetó sus maletas para enrolarse en la Escuela de Imagen y Sonido de A Coruña, a la vez que mejoraba su técnica con las baquetas en el Aula de Jazz de la ciudad gallega. Su formación se completaría, más tarde, con un postgrado de sonido, orientado a la electrónica y la acústica, en la Universidad de Valencia.

Con el título bajo el brazo, el berciano probó suerte en Madrid, donde «la escena musical es mucho más amplia y de mayor calidad». «Cualquier día puedes ver un concierto, ir a una jam y conocer nuevos músicos», explica, recordando que así fue como nació la Nola Brass Band. «Ahora mismo no me veo volviendo al Bierzo, aunque nunca se sabe, quizás para la jubilación», bromea. Con menos ganas de reír, reconoce que el trabajo en su campo profesional escasea en la comarca y lamenta que los desplazamientos desde la capital, a la hora de emprender una gira, por ejemplo, sean mucho más rápidos y baratos que desde Ponferrada y su entorno.

«Por ahí también hay gente que hace las cosas muy bien», aclara Rubén, que a día de hoy, aún mantiene contacto con algunos músicos y bandas de la comarca, a los que considera «viejos amigos», como los dos grupos de la escena local por los que pasó, Crackerman y Hell Dog.

El germen de la banda

Los orígenes de este experimento con sabor a Mardi Gras, la fiesta por antonomasia de la ciudad sureña de los Estados Unidos, tienen que ver con el famoso batería José Bruno, que ha girado con artistas como Andrés Calamaro o Leiva. «Él fue la persona que me metió la música de Nueva Orleans en el cuerpo», afirma Rubén, que coincidió con el músico en Madrid. «Desde entonces he estudiado mucho el género, he viajado allí para empaparme del estilo y he tomado clases con baterías de allí que me encantan, como Johnny Vidacovich», añade.

Contagiado por la fiebre del brass, Rubén se puso en contacto con varios músicos a los que conoció «tocando en jams». «Simplemente les propuse el proyecto y arrancamos. Quedamos un día para ensayar, hacer un vídeo y buscar el primer bolo», recuerda. En total, la Nola Brass Band está integrada por otros siete músicos. «Ser tantos es un problema a nivel económico, pero así tiene que ser la banda para que suene a lo que queremos que suene, simplemente tenemos un caché mas alto que si fuéramos cuatro», explica el berciano.

La ocasión para esa presentación en sociedad llegó en el 2013, en la sala madrileña El Intruso. Desde entonces, la Nola Brass Band ha visitado escenarios como el festival Enclave de Agua, en Soria, o el festival de blues de la localidad salmantina de Béjar. Rubén también recuerda con especial cariño el concierto que la banda ofreció en el festival de jazz de Azuqueca (Castilla-La Mancha) aunque remarca que la sala Clamores, en Madrid, «es probablemente una de las mejores salas que programan música negra en España, si no la mejor».

Cuando se encienden los focos, el batería esconde algunos secretos en su rincón de la percusión, como el uso de un pandero que toca con la mano izquierda. «Le da otra sonoridad a los ‘grooves’ muy interesante, saqué la idea de Stanton Moore, un ‘super batera’ de Nueva Orleans», explica, dejándose llevar por el argot de la profesión. Además, cuando tiene la ocasión, usa en los conciertos su batería con parches de piel natural, una valiosa pieza de casco antiguo, restaurada por la mano experta del luthier de las baterías Manuel DeOcampo.

A sus 32 años y recién estrenada la paternidad, Rubén salta en la actualidad entre su faceta musical y su labor de ingeniero de sonido y productor en Boxroom, un estudio de mezclas con el que desarrolla su proyecto personal en Madrid.