Diario de León

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lucía leal

De engancharse a la Nintendo a esconder secretos de Inteligencia en las rendijas de un cubo de Rubik: la vida de Edward Snowden ha sido un salto del juego a la escapatoria, una aventura que ahora mezcla en sus memorias con un llamamiento a «reclamar nuestros datos» en la era de Internet. «Me llamo Edward Joseph Snowden. Antes trabajaba para el Gobierno, pero ahora trabajo para el pueblo. Tardé casi treinta años en reconocer que había una diferencia, y cuando lo hice, me metí en algún que otro problemilla». Así comienza Vigilancia Permanente («Permanent Record»), un autorretrato del extécnico de la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense (NSA) que ha salido a la venta en 23 países, entre ellos EE UU. en el pequeño sello Metropolitan; y en España, México, Colombia, Argentina, Brasil y Perú lo hace de la mano de Planeta. Seis años después de revelar los programas de vigilancia masiva de teléfonos e internet de la NSA, Snowden sigue siendo un héroe para unos y un traidor para otros, y sus memorias difícilmente convencerán a nadie de cambiarse de bando. Pero, para un estadounidense que desde 2013 vive «exiliado» en Moscú, amparado por un asilo temporal para esquivar lo que -está convencido- no sería un juicio justo en EE UU, contar su historia es una forma de «defenderse» de sus críticos, de hacer examen de conciencia y balance del impacto de sus revelaciones.

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