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Catetine y su hijo, Ian Posada. DL

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León

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La calidad de vida de Ian  Posada Pérez, de 9 años,  depende de unos cuidados extremos para evitar infecciones y deshidratación, una alteración habitual que le obliga a ingresar en el Hospital del Bierzo dos veces al año. Mientras tanto, 

la enfermedad obliga a Ian a tomar treinta pastillas, hacer dos horas de fisioterapia respiratoria y una hora de deporte cada día, una disciplina que cumple a rajatabla. «Tengo miedo de lo que pueda pasar en la adolescencia, cuando hay tantas alteraciones, y si se cuidará bien», dice su madre, Catetine. La familia lleva unas normas de higiene estricta  con el lavado, la esterilización y el secado todos los días del instrumental que necesita para las nebulizaciones diarias para administrar el tratamiento y no se contamine con bacterias que pueden poner en serio peligro su salud. La acumulación de moco puede provocar una neumonía.