Diario de León

MUJERES Y LÚPULO

Las lupuleras del Órbigo pelan recuerdos en San Sebastián

Alegres (y sabias) memorias de 'Amargura'. Las mujeres fueron mano de obra selecta y delicada en la pelea de la flor del lúpulo, el preciado verde, antes de que la mecanización acabara con esta labor manual, colectiva y feminizada. La artista Susana Cámara he hecho una profunda investigación del lúpulo y ha incorporado las voces de cuatro mujeres de Gavilanes de Órbigo a su obra 'Amargura'. Ecologías del lúpulo', que se expone en San Sebastián -Fundación Cristina Enea- hasta el 1 de diciembre

Susana Cámara encontró en el lúpulo una forma de reivindicar los saberes femeninos en el mundo vegetal y conectar el pasado y el presente. FERNANDO OTERO

Susana Cámara encontró en el lúpulo una forma de reivindicar los saberes femeninos en el mundo vegetal y conectar el pasado y el presente. FERNANDO OTERO

León

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Las voces de Jovita, Lina, Leni y Maruja, cuatro mujeres de Gavilanes de Órbigo, conforman las geofonías del lúpulo que suenan en San Sebastián. El proyecto ‘ Amargura. Ecologías del lúpulo ’ tiene en este material sonoro la presencia femenina que fue protagonista en la labor de la pela de la flor del lúpulo y también las sabidurías y experiencias que estas mujeres han tenido a través de su contacto con la lupulina.  

Las grabaciones, superpuestas con registros sonoros de la industria lupulera actual, recogen también cánticos que las mujeres entonaban mientras hacían la faena en las fértiles tierras del Órbigo donde hoy se concentra, a pesar de la merma, la mayor superficie cultivada de lúpulo de España.  

A través de la anatomía de lo amargo y de las voces de estas mujeres, a las que se oye pero no se las ve, se reconstruye la memoria de un territorio y una cultura que establece relaciones con el mundo vegetal muy distintas a la industria. Mientras esta busca un mayor rendimiento, las mujeres que trabajaron en la pela tenían una relación casi humana con las plantas. «Tienen que dormir», decían de las plantas que no prosperaban porque estaban debajo de una farola. La idea del cuidado es central. Las mujeres eran las encargadas de «las labores más minuciosas, como es pelar la flor y separarla de la planta» e incluso llegaron a plantear otros usos —almohadas para favorecer el sueño— basado en las características narcolépticas que tienen estas flores femeninas usadas en la elaboración de la cerveza.  

¿Por qué sólo se piensa en cerveza cuando se habla de lúpulo? Esta pregunta se la hizo Susana Cámara Leret (Madrid. 1982) cuando, guiada por su búsqueda de la memoria en relación con el agua, espacios públicos y saberes vinculados al patrimonio vernáculo, descubrió este cultivo en las riberas de los ríos leoneses.  

La artista llegó a León hace algo más un año para una residencia artística en el Musac. A partir de las diatomeas (algas unicelulares) desarrolló la idea de que existen formas de vida que no se ven, reposadas en una especie de anestesia cultural. En el transcurso del proyecto descubrió otra fuente de inspiración en las obras de la plaza del Grano y luego se quedó enredada a la provincia a través del lúpulo.  

«Me interesó mucho la relación de León con el sector primario, el paisaje industrializado que confluye con otros saberes tradicionales», explica. Se puso a hurgar en archivos y bibliotecas del Ministerio de Agricultura y de la Real Academia de Farmacia en busca de las otras vidas del lúpulo.  

Observó cómo «se reemplazan las técnicas tradicionales (que son una acumulación de saberes) por materiales que cortan esa convivencia con otras formas de vida» y se propuso conectar los hilos del tiempo, los saberes y las personas en torno a esta planta trepadora hasta llegar a su esencia —la flor femenina del lúpulo— que ha quedado casi reducida a un mero logotipo comercial identificado con la cerveza.  

La fiebre del oro verde que se vivió en las riberas del Órbigo, el Porma y el Torío terminó. La producción se ha reducido a la mitad, explica Cámara. «A pesar de ser la zona a nivel nacional de mayor producción, sufre porque las variedades son amargas o superamargas, mientras que la industria demanda otras más suaves», explica.  

La experiencia organoléptica de lo amargo —cuya función es ayudar a digerir ciertas sustancias tóxicas del mundo vegetal— ha conducido a la artista por este proyecto producido por la Fundación Cristina Ena y Tabakalera-Centro Internacional de Cultura Contemporánea en el contexto del programa de investigación artística: Residencia en la Tierra. Cuenta con la colaboración de Lúpulos León, Euskal Lúpulo, Etinsa, AveryDennison e IM Estudiosa.  

La exposición recoge «rastros de la imagen y del cuerpo cultural del lúpulo ( Humulus lupulus )» y las lupuleras se erigen como las depositarias olvidadas de unos saberes que van más allá del uso cervecero de la flor del lúpulo. De hecho, un grupo de mujeres pusieron en marcha un proyecto para fabricar almohadas artesanales de lúpulo como favorecedoras del sueño. «No encontraron el apoyo que necesitaron», señala Susana Cámara.  

Ahora espera que este proyecto artístico sirva también para impulsar un cultivo arraigado en León sobre todo a partir de los programas de fomento implantados durante la II Guerra Mundial. «Alemania era el principal productor y con la guerra se buscaron otros territorios», explica.  

En el País Vasco, en concreto en Guipúzcoa se recupera a partir de un modelo cooperativo centrado en las variedades más propicias al terreno y en su oferta como una oportunidad para desarrollar cervezas singulares. La planta, que se quema tras la recolección de la flor junto a los plásticos que se usan como trepas, es una fuente de fibras para la elaboración textil.

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