«El catolicismo salvó de castrar a los homosexuales»
OLIVIA ALONSO | MADRID
El catolicismo extremo del franquismo salvó de la castración y la esterilización a los homosexuales, cuyo «estado peligroso», sin embargo, fue perseguido y penado con privación de libertad y destierro, de acuerdo a las Leyes de Vagos y Maleantes y Peligrosidad Social aplicadas en base a informes forenses. El catedrático de Derecho Penal de la Universidad de Jaén, Guillermo Portilla Contreras, acaba de publicar el libro «Derecho Penal franquista y represión de la homosexualidad como estado peligroso» (Ministerio de Justicia).
—¿Qué leyes ampararon esta represión?
—Primero se utilizó la Ley de Vagos y Maleantes republicana, que en 1954 incorporó el estado peligroso de la homosexualidad. Así, el Derecho Penal actuaba de dos formas: a través del delito que hubieran cometido los homosexuales y a través de la peligrosidad social del homosexual por serlo. Los sancionaban con medidas de seguridad de 1 a 3 años de privación de libertad y cuando los habían cumplido eran desterrados de la ciudad en la que vivían. A su regreso se les aplicaba la libertad vigilada y los delegados de Gobierno, en principio encargados de conseguirles trabajo, se encargaban de comunicar a posibles empleadores que aquella gente eran pederastas, que era terminología que se utilizaba en ese momento. En 1970 esa ley es sustituida por la de Peligrosidad y Rehabilitación Social, que se prolonga hasta 1995.
—¿Cuál fue el papel de los forenses?
—En la represión penal se sustituyó el pecado —que perseguía la actividad sexual sin reproducción, la masturbación y el bestialismo—, por la enfermedad. La psiquiatría comenzó a perseguir a los homosexuales para curarlos. Los forenses emitían unos informes, casi todos morfológicos, basados en un análisis superficial del ano. En función de los pliegues definían si era pederasta activo o pasivo. Curiosamente al activo no solían condenarlo porque hacía el papel del hombre en la relación sexual, mientras que al pasivo, que cumplía el de la mujer, si.
—¿Han sido recompensados los homosexuales?
—Es la gran deuda pendiente. Eran presos comunes y no fueron beneficiados ni por indultos ni por las leyes de amnistía, como sucedió con los políticos. En una medida adicional a una Ley de Presupuestos se les reconoció una indemnización, que solo reclamaron 116 personas.
—Solo aparece una condena por lesbianismo. ¿Por qué?
—Es una sentencia de 1968 de una chica que detienen vestida de hombre en Barcelona. En España no se aceptaba que la mujer pudiera tener relaciones con otras. Creo que no se las persiguió por homosexualidad sino que se las condenó por el estado peligroso de prostitución o por el mismo concepto de vagancia o de comisión de delitos.