DERECHOS E INFORMACIÓN
Las personas con discapacidad rompen el tabú de la sexualidad
Las personas con diversidad funcional reclaman atención, educación e información para su desarrollo sexual y reproductivo. La educación y apoyos como la figura del asistente sexual en la discapacidad física ocupan ya un lugar destacado en los cursos de formación
Instituciones, profesionales y familias quieren saber cada vez más cómo abordar la creciente demanda de información sobre la sexualidad de las personas con diversidad funcional. Este «boom que se ha experimentado desde hace cuatro años» explican desde Asprona León, y coincide con el desarrollo del Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad, entre los que se encuentran la educación sexual y reproductiva. Profesionales, voluntarios, familias y personas con discapacidad derriban barreras «lentamente» para que la sexualidad deje de ser un tabú. Instituciones y administraciones preparan a las familias para sacar a la luz «una cuestión que hace no muchos años ni se podía tratar», explica la presidenta de Asprona, Teresa Prieto, hermana y tutora de una mujer de 41 años con discapacidad intelectual. «Si a mí me gusta hacer ciertas cosas considero que a ella también y tiene todo el derecho a disponer de la información necesaria». Un movimiento de hermanos y hermanas de personas con discapacidad, herederos de los cuidados, dan un vuelco al abordaje de la sexualidad. «Participamos en encuentros, charlas y talleres. Somos un grupo cada vez más grande con otra mentalidad a la de nuestros padres. Mi hermana va a talleres ella sola, donde tiene la libertad de preguntar lo que con mis padres ni se atrevía a cuestionar», asegura la presidenta de Asprona.
La Asociación Estatal Sexualidad y Diversidad ha formado ya a más de 10.000 profesionales. La estrategia es eliminación de barreras mentales y facilitar información. «La sexualidad de las personas con discapacidad se pone sobre la mesa como algo importante», explica Natalia Rubio Arribas, psicóloga, sexóloga y presidenta de la Asociación Estatal Sexualidad y Discapacidad que ofrecerá un curso en León del 27 al 29 en Espacio Vías destinado a profesionales, voluntarios y personas con discapacidad intelectual.
«A las familias les da miedo abordar este asunto y no están preparadas por una idea falsa de la sexualidad», explica. «Siempre se asocia a todo lo que tiene que ver con los genitales y el coito, pero es mucho más importante».
Rubio defiende que la sexualidad de las personas con discapacidad intelectual debe abordarse con el apoyo de las familias. «Cada persona es única y diferente. La sexología se encarga de los deseos y de las conductas. Y en esto también las personas son únicas por sus valores, sus creencias, sus miedos y sus expectativas. Por eso no todo el mundo ni desea, ni quiere, ni hace las mismas cosas».
Pero no todas las familia están por la labor. «Es complicado. No todas las familias quieren afrontar este problema, piensan que si no lo abordan no existe», asegura Yesica Alonso, del departamento de educación de Amidown. «Abordamos la sexualidad desde las edades tempranas para que entiendan lo que es la amistad, las distintas expresiones de amor y diferenciación de sentimientos porque hay diferentes tipos de amor». Los tiempos los marca la familia y la necesidad de información de los chicos y las chicas.
No siempre se pregunta
Las demanda de información sexual de las personas con síndrome de Down no siempre llega con una pregunta. A veces, los chicos se bajan los pantalones en clase o se rozan con el profesorado. «Ellos no saben explicar qué pasa, pero es una forma de demostrar que tienen una inquietud no resuelta. Entonces hablamos con la familia porque consideramos que es el momento de dar formación. Algunas quieren y otras no», asegura. Otros buscan información en internet «donde encuentran cosas que no saben interpretar y no comprenden». Hacer el amor o tener un novio no tiene el mismo significado. «Muchas veces te dicen que han hecho el amor y cuando les preguntas que qué es eso te dicen que dormir juntos o darse un beso. El solo hecho de bailar juntos ya lo consideran como tener una pareja».
El trabajo de los educadores y sexólogos es explicar la diferencia entre amor y amistad. «Esa puerta estaba cerrada hasta ahora y la estamos abriendo poco a poco».
Atender la sexualidad de las personas con discapacidad pasa por tener en cuenta sus necesidades y sus demandas, resolver sus dudas y curiosidades y abordar situaciones. «Si nos encontramos con un chico que se masturba en el cuarto de baño con la puerta abierta hay que darle un espacio para que lo haga íntimamente. Nadie se plantea dejar la puerta abierta de una habitación de un adolescente que no tenga síndrome de Down. Hay que respetar su intimidad».
Para la educadora de Amidown, el mayor peligro es la desinformación. «Tanto para los chicos como para las chicas. Tienen que tener información suficiente para evitar y distinguir si alguien quiere abusar de ellas, igual que los chicos, que también son vulnerables a los abusos». Pese a todo, algunas familias piensan que cuanto menos información tengan menos riesgos hay. «El embarazo no es una preocupación mayoritaria. El síndrome de Down tiene como efecto, en algunos casos, la infertilidad «y las familias siempre están con ellas por lo que piensan que ese riesgo casi no existe».
Educar la sexualidad de las personas con diversidad funcional «es contribuir, de manera positiva, a que aprendan a conocerse tanto como sea posible», explica la sexóloga Natalia Rubio.
Discapacidad física
La presencia de una discapacidad puede alterar el funcionamiento de los genitales, el cuerpo, el placer y la reproducción. «La educación sexual está enfocada para que aprendan a quereRse y aceptarse, desde sus diferencias y peculiaridades, considerándose verdaderos hombres y mujeres, tratando de que aprendan a expresar su sexualidad de modo que les resulte satisfactoria, que les haga sentir bien y no sólo a ellos, también a sus familiares y parejas», destaca Natalia Rubio.
Para conseguir el desarrollo sexual de una persona con una lesión sobrevenida que le obliga a estar en una silla de ruedas y con poca movilidad, la industria diseña apoyos técnicos adaptados a las necesidades. «Hay catálogos con productos tecnológicos que se adaptan a las sillas de ruedas que les facilita llegar a partes de su cuerpo si lo necesitan». Entre estos apoyos está «una figura en construcción», que es la de asistente sexual «un tipo de apoyo humano que se presta a las personas con discapacidad funcional para poder disfrutar de su propio cuerpo». Esta figura parte del derecho a disfrutar del propio cuerpo. «La persona que presta la asistencia sexual no es alguien con quién mantener relaciones sino que ayuda a la persona a disfrutar de su porpio cuerpo», explica Rubio.