En el top de la ciencia
«¿Bebés fuera del útero? Eso es ciencia ficción»
Está en la élite de la biología en Cambridge. La bióloga Marta Shahbazi tiene 34 años y acaba de dar el salto de la Universidad de Cambridge a su prestigioso Laboratorio de Biología Molecular como jefa de equipo. Su misión es descubrir en embriones cultivados en el laboratorio por qué el 70% de los óvulos humanos fecundados fracasan. Servirá también para saber cómo se transforman las células madre en órganos.
Marta Shahbazi Alonso (León. 1985) es una de las investigadoras que ideó el sistema para que las células embrionarias sobrevivan en el laboratorio hasta el día 13. Fue en su etapa como investigadora postdoctoral de la Universidad de Cambridge (2014-2017). Hasta entonces, sólo era viable su desarrollo fuera del útero hasta el día 7, pues es el momento de su implantación en la matriz.
La nueva técnica, que se logró a partir de los ensayos con ratones, da un margen de tiempo mayor para averiguar «por qué la reproducción humana es tan ineficaz, pues de todas las fecundaciones sólo el 30% prosperan para convertirse en futuros bebés. Y no se sabe muy bien por qué», explica.
Buscar el secreto de la vida humana y desentrañar el misterio de por qué las células embrionarias sobreviven o no y también cuál es el mecanismo que las lleva a transformarse en un órgano u otro es la misión que tiene encomendada a partir del 1 de febrero de 2020 como responsable del grupo de investigación Pluripotency in embryogenesis and regeneration del prestigioso Laboratorio de Biología Molecular de Cambridge.
En este centro de la élite de la ciencia británica, del que han salido una docena de premios Nobel, se dedicará al cien por cien a investigar, sin tener que ocuparse de buscar financiación ni impartir docencia. Su trabajo servirá para saber también la razón de que haya muchos abortos tempranos, muchas veces incluso sin que la mujer se haya enterado de que está embarazada.
La bióloga leonesa Marta Shahbazi en Cambridge. DL
El sistema de cultivo de embriones humanos en el laboratorio que idearon durante su trabajo posdoctoral en Cambridge ha abierto una ventana de siete días para saber mucho más del comportamiento del embrión. Un medio de cultivo compuesto por aminoácidos, vitaminas, azúcares y otras sustancias a 37 grados en incubadoras con determinados niveles de oxígeno hacen posible que el embrión se desarrolle durante esos días sin necesidad de implantarse en el útero.
«No es un útero artificial», matiza la bióloga. De hecho, aunque el embrión se desarrolle hasta el día 13 «no quiere decir que sea igual a cómo es en el útero materno». Lo que han conseguido es que se desarrolle «sin necesidad de que el embrión interactúe con el útero. Son parecidos pero no iguales», subraya. Esta es la razón por la que a la pregunta de si será viable —más allá de los límites éticos— crear bebés sin madres, responde tajante: «Que todo el desarrollo se realice fuera del útero es ciencia ficción. La madre va a ser necesaria siempre».
En cualquier caso, actualmente sólo se puede investigar con células embrionarias humanas hasta el día 14. Más allá de este día está prohibido en países como Inglaterra o España y no aconsejado en Estados Unidos. En otros países, como Alemania, no se permite investigar con embriones humanos.
Se decidió poner la línea roja para el desarrollo embrionario humano en el laboratorio el día 14 porque hasta ese momento un embrión se puede dividir en dos y dar lugar a gemelos. También es la fecha en la que un test de embarazo puede dar positivo. Marta Shahbazi no ve necesario ampliar por ahora este período. «Es un límite correcto y debe mantenerse. Sólo debe cambiarse cuando estemos seguros de que es beneficioso, no porque técnicamente sea posible», defiende.
Comprender cómo deciden su destino las células embrionarias ayudará a los trasplantes
La investigadora leonesa se siente muy cómoda en Inglaterra no sólo por el apasionante trabajo que desarrolla sino por el sistema garantista británico desde el punto de vista ético. «Está todo bien definido y regulado. Hay una autoridad de fecundación y reproducción humana que nos inspecciona una vez al año, saben cuántos experimentos hacemos, cuántos embriones usamos y existe la figura del testigo», explica.
También aclara que el material humano con el que investiga son «embriones sobrantes de fecundación in vitro». Las parejas a quienes pertenecen tienen que tomar una decisión sobre su uso. «Se pueden destruir, donar a otras parejas o donarlos para la investigación. En Inglaterra incluso eligen a qué proyecto destinarlo», señala.
Otra cosa muy distinta señala es que se creen embriones ex profeso para experimentación, cosa que está permitido en Estados Unidos. «Es algo que se debe discutir abiertamente», recalca. Tampoco ve con buenos ojos que pueda haber una compensación económica a cambio de embriones como sucede en Estados Unidos.
«Mi tía María José Alonso ensayaba en casa sus presentaciones y yo le pasaba las diapositivas»
El experimento que ha hecho el equipo que dirige el español Juan Carlos Izpisúa en China con embriones de mono a los que se les han implantado células madre humanas alargó el desarrollo en el laboratorio hasta el día 20. Sería inviable en Inglaterra. «En Reino Unido es más difícil trabajar con embriones de mono que humanos», señala.
La nueva técnica permitirá estudiar embriones que tienen anomalías cromosómicas —trisomía 15 o 16— y mueren por el camino y averiguar por qué sucede con unas anomalías y no con otras, como es el caso del síndrome de Down o trisomía del cromosoma 21.
La bióloga leonesa confía en que la investigación básica que desarrollará en el proyecto del MRC de Cambridge dé lugar a descubrimientos que sean la base para futuras terapias. «Comprender cómo las células madre embrionarias deciden su destino para convertirse en cerebro, hueso o piel puede ayudar a que personas con enfermedades neurodegenerativas se beneficien de un trasplante de neuronas o que las personas con diabetes puedan curarse a partir de las células madre».
Saber cómo el embrión genera esa transformación para imitarlo en el laboratorio es el quiz de las investigaciones en las que estará enfrascada al menos en los próximos seis años. A partir de entonces ya decidirá si regresa a España, si es que existe una oportunidad o permanece fuera. «España siempre está en el corazón», admite.
La investigación, apostilla, «da muchas satisfacciones. Es un trabajo inestable, dependes de las e becas, pero tienes libertad de pensamiento».
Carrizo tiene saga científica
Marta Shahbazi se ha criado y estudió en Madrid, pero el verano es sinónimo de León en su vida desde el día que nació. Su madre, de Carrizo de la Ribera, vino a dar a luz al Hospital de León y desde entonces todos los veranos, navidades y Semana Santa, el pueblo a orillas del Órbigo, la bicicleta y la libertad en la calle están ligadas a la tierra materna. Incluso su vocación por la ciencia.
María José Alonso, hermana de su madre y una de las investigadoras españolas más reconocidas a nivel internacional, es su referente.
«Cuando era pequeña, recuerdo que ella ensayaba sus exposiciones en casa y yo le ayudaba pasando las diapositivas. Me fascinaba su vida, lo que viajaba y así despertó mi interés por la ciencia y también el de mi hermano», comenta.
Su madre es maestra y su padre, de origen iraní y exiliado a España en la época de Jomeini, tiene una tienda de marcos para cuadros. Marta Shahbazi, que aconseja a cualquier estudiante la experiencia del extranjero, acaba de ser madre y está deseando traer a su bebé a Carrizo de la Ribera.
«No es tanto que tengamos que salir si no que no se pueda volver a aportar a tu país ese desarrollo».
León
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